Florita
¿está preparada?... Cuando oiga la palabra acción empiece a hablar…¡¡¡
Acción!!!... Creo que tengo la voz tomada, es posible que sean los nervios,
carraspearé… podía tomar un poco de agua, pero eso, tal vez, más tarde…Ya se me
ha pasado. Aunque me sé controlar, estoy nerviosa, nunca había estado en
situación semejante y la verdad es que nadie me ha obligado, ha sido una
decisión personal. Desconozco el mundo de la televisión, cuando me propusieron que
hablara delante de una cámara, tuve mis dudas; a fin de cuentas me daban
libertad absoluta para hablar de lo que quisiera, no había un tema determinado,
simplemente, hablar: parlare, parlare,
parlare e parlare. No pensé en otra cosa, vi el cielo abierto, en el fondo
necesitaba comunicarme, mi decisión afirmativa fue un impulso interno hacia una
proyección externa de mí misma. Tengo tantas cosas de las que hablar y, sin
embargo, ninguna destacable que pueda interesar a un oyente, serían importantes
para mí porque han formado parte de mi larga vida, pero que fuesen
ejemplarizantes o causasen curiosidad a otra persona, lo dudo. Soy una mujer
muy mayor, con toda una vida pasada y vivida con todos los avatares de una
existencia; miles y miles de personas estarán en mis mismas circunstancias, por
lo tanto he de decir que no soy nada destacable. No sé si le va a gustar al
director de este documental o programa televisivo, no sé cómo definirlo, es
otro mundo para mí, lo que voy a decir, pero ¿qué interés puedo causar yo entre
otras personas? ¿por qué se me ha elegido? Si la finalidad es que hable, es
decir, que hable por hablar creo que han dado con la persona adecuada, siempre
me ha gustado, para qué negarlo, siempre y cuando tenga un oyente, hablarle a
las paredes como que no; se supone que voy a tener a alguien que va a captar
mis palabras y ver mi imagen, si le intereso lo mantendré despierto, en caso
contrario, también es bueno saberlo que una posee efecto somnífero. Toda mi
vida ha sido una entrega a los demás, pues mira por dónde, a pesar de estar
jubilada, el destino prolonga mi vocación sin yo forzarlo…Por favor, la cámara
manténganla detrás de mí, aún no quiero que enfoquen el rostro, eso más tarde,
cuando haya hablado mucho más y el televidente ya se haya hecho una ligera idea
de a quién tiene delante, espero que llegado ese momento aún este lo
suficientemente “mona”, me he puesto mis mejores galas, no son nuevas, son de
hace bastante tiempo, me siento cómoda con ellas, se han adaptado a mi cuerpo
enjuto y ligeramente encorvado hacia adelante, donde más se nota es en la zona
de la espalda y hombros, no es que tenga chepa, pero mis omóplatos acusan esa
malformación; este vestido negro con estampado de “estrellitas blancas” siempre
me ha sentado muy bien, entallado al cuerpo y con falda “évasée”, me encanta esa palabra: “évasée”, siempre he sido muy mala en lenguas, pero a lo largo de
mi vida me he ido quedando con algunos sonidos que sitúo en un contexto
determinado, éste por ejemplo, me trae a la memoria la modista que me lo
confeccionó, era francesa, le pedí su opinión, me dijo que para mí “une jupe évasée” sería ideal, no
entendí el término, pero la pronunciación fue tan…fue tan…fue tan “chic” que ni lo pensé y le dije que
adelante con “la jupe évasée”, menos
mal que después resultó ser una falda amplia y cómoda; en aquel entonces no
entendía nada de moda y ahora poco más, oía hablar de estilos y me apunté a la
corriente… en fin, me doy muy bien con este vestido; los zapatos que llevo son
anchos, en ellos reposa el pie cómodamente, el calzado negro y casi plano
siempre me ha gustado mucho, mis pies nunca han estado para modas, he tenido
pies muy delicados y ahora con la edad se han deformado: juanetes, algún callo,
durezas…para qué contar, todo se reduce a una palabra: comodidad; y ¿este “foulard”? Otra palabrita más para la lista
de extranjerismos, no es ni más ni menos que un pañuelo grande, un velo blanco,
lo uso alrededor del cuello para disimular las arrugas, las pieles que cuelgan
y que hay que frenar, ocultar, con éstas sujetas, el contorno del rostro se
perfila con más nitidez, con el cuello ahogado me encuentro más
esbelta…¡tonterías! eso es lo que me creo, chochear no es una falta. No suelo
llevar joyas, los lóbulos de las orejas los tengo tan dilatados que ponerme
unos pendientes sería estirarlos más, y no, no, no estoy por la labor; anillos,
impensable, tengo artrosis y mis dedos ya no están para lucimientos, lo que sí
siempre llevo conmigo es este reloj de pulsera de cuero, ya tiene muchos años,
pero me doy muy bien con él, tiene esfera y números grandes y controlo muy bien
la hora; tengo algo de cataratas, relojes pequeños imposible, mi visión ya no
da para tanto… No sé…¡Ah! ya está, aún no me he presentado, como me den cuerda
hablo y hablo y me olvido de lo más elemental, me llamo Florita de Saa, Ser,
Soldón y Sor, de Asma y Masma, de Eo y Eume, de Lacha, Landro y Lea…etc.
Reconozco que mis apellidos son muy peculiares, son nombres de ríos, adoro los
ríos, las flores necesitamos agua y nada mejor que aliarse con ellos. Desde muy
pequeña soy huérfana de padre y madre, me criaron unos tíos, apenas conocí a
mis padres; la verdad, no los conocí, no tengo ni recuerdos ni imágenes de
ellos, por lo tanto, renuncié a los apellidos; oficialmente, es decir, en documentos, no me ha quedado otro remedio que
usar los heredados, pero insisto, no me identifico con ellos para nada…y aquí,
que puedo hablar a mis anchas aún voy a aumentar alguno más…terminé en Landro y
Lea, pues venga más: Oribio y Ouro, Trimaz y Tronceda y para terminar Vilaselán.
Casi nunca los dejo en el mismo orden, me dejo llevar por la euforia de estar
tan bien regada, y según se me ocurren así salen. Aquí en la residencia,
algunos de mis compañeros creen chincharme
cuando me preguntan: Florita, ¿cómo te apellidas? Y orgullosa y con
retintín se los suelto en rosario, y se quedan patidifusos, ¡cómo tienen que
quedarse! Alguna vez he pensado que podía haber elegido ríos más caudalosos,
con más renombre, y sin embargo, creo que la elección ha sido ideal, todos
pertenecen a la región donde nací y en muchos de ellos me he bañado, a veces
debido a las lluvias se desbordan, otros con las sequías nos muestran sus
profundidades, hay algo de humano en todo esto. ¿Mi edad? Ese es el problema,
decir mi edad, dar una cantidad me asusta, diré que estoy próxima al siglo,
quedan algunos años, pero no tantos; a pesar de los achaques aún estoy bastante
ligera, soy delgada, tirando a muy delgada, los kilos no me pesan, conservo
cierta independencia para moverme sola y ser autosuficiente… ¿Dónde está la
cámara? ¡Ah! ya la veo, a mi derecha, por favor, que se mueva muy lentamente y
me grabe a cierta distancia, no quiero primeros planos; no sé qué tal saldría
por la parte de atrás, ¿y mi moño? Mi peinado es muy personal, tengo poco pelo,
hago una especie de cruzado, cojo un abundante mechón de izquierda a derecha,
cubro con él la cabeza y lo recojo en un moño, éste lo sitúo al lado derecho en
la parte baja del cráneo, la verdad es que lo hago difícil, pero es la única
solución que he encontrado a lo largo de los años para disimular la escasez de
pelo, siempre he admirado esas cabelleras abundantes; ¡qué le vamos a hacer! Habrá
que conformarse con lo que hay. Peluca: no y no. Aunque tenga cuatro pelos,
estoy muy orgullosa de ellos…¿Dónde me había quedado? ¡Ya recuerdo! en mi
autosuficiencia. Desde muy pequeñita he sido muy independiente, por eso le doy
gracias a la vida, porque a pesar de los años, todavía gozo de esa libertad,
nunca he soportado estar sujeta a nadie; en mis años mozos tuve mis amoríos y
novios, pero tan pronto la relación se institucionalizaba, huía de ella con la
velocidad del rayo, quizá nunca he querido ser exclusividad de nadie, eso podía
impedir una entrega a los demás, y de hecho así lo he demostrado en mi profesión,
me he entregado en cuerpo y alma a mis enfermos; todavía no he dicho que soy
enfermera, lo digo en presente, porque a pesar de no ejercer, fui, soy y lo
seré para la eternidad; y empleo el adjetivo “mis” enfermos igual que lo
pudiera emplear al dirigirme a “mis” hijos, “mis” amigos…, hasta el último
momento, hasta el justo momento de tomar la decisión de venir a esta
residencia, aún seguía cuidando enfermos, nunca supe hacer otra cosa y aquí, si
puedo, echo también una mano a los más necesitados. Me siento bien siendo útil,
aparte de que me es imposible estar todo el día con los brazos cruzados. Hay
bastantes residentes, fue una suerte el poder ingresar, había solicitado plaza
hace tiempo, había asumido mi avanzada edad y al no tener familiares o amigos
que en un momento determinado me pudieran socorrer, la toma de decisión de
ingresar fue muy ponderada. Y al no haber otra salida aquí estoy. ¿Si estoy
contenta? La respuesta me la reservo. Tengo libertad para salir y con
frecuencia lo suelo hacer: me acicalo, cojo mi bolso y un paraguas, éste lo
llevo aunque no llueva, creo que me da cierta seguridad, y ¡ale! a trotar
calles , a veces me pregunto por qué lo hago cuando no llevo un rumbo fijo; sé
con toda certeza la respuesta, es una respuesta amarga, y sólo esa amargura
desaparece cuando me encuentro a alguien que conozco, y esto sucede muy pocas
veces, en el exterior ya no me queda nadie, lo interrogo para saber del mundo,
estoy ávida de noticias, cuando me las cuentan mi cerebro se pone a trabajar al
máximo tratando de conectar acontecimientos, situarlos en un contexto…y
mientras me habla ese alguien me quedo fija mirándole y el rostro que yo creía
identificar se me convierte en un desconocido, me quedo con las ganas de
preguntarle quién es, pero un falso orgullo me retiene, no quiero mostrar
carencias, debilidades; me despido de ese des-conocido como si nada hubiera
pasado, yo sigo al día, sé que me miento, sé que ya no pertenezco a ese mundo y
a sus acontecimientos, mi mundo se ha reducido a la residencia, a cuatro muros,
a unos compañeros muchos de los cuales pululan por un limbo mental, yo necesito
ayudarles, pero esta ayuda tiene una doble lectura: una labor altruista y al
mismo tiempo una urgencia de mostrar cierta superioridad y validez engañándome
al no admitir que todos aquí seguimos el sendero de la decrepitud. En la
residencia hay un amplio abanico de internos procedentes de las distintas capas
sociales, si bien me atrevería a decir que abundan los de clase media y
media-alta, da lo mismo la procedencia del desguace, sé que soy dura empleando
este termino, pero no se me ocurre un eufemismo, al fin y al cabo todos somos
un producto del abandono, mire donde se mire somos cuerpos, fardos abandonados,
no quiero implicar a nadie, pero los mismos que están llevando a cabo este
programa: cámaras, iluminadores, técnicos de sonido, el mismo director,
ayudantes…ven el panorama que aquí adentro se expone, por respeto a la gente se
guardan los comentarios, lo entiendo, por respeto hacia los demás y hacia sí
mismos, porque nadie está libre de pasar por la misma situación…¿Qué tal estoy?
¿Se me ve “mona”? ¿El moño? Sí, está en su sitio y bien compuesto, por favor,
el iluminador o iluminadores controlen la luz, quiero estar bien iluminada, hay
que controlar las sombras, el grado de luz que tenemos ahora creo que es el
adecuado; la cámara ¡por favor!, no me hagan primeros planos, son matadores, se
ven todas las arrugas; debería haberles dicho que me maquillaran un poco más,
yo les frené, como nunca uso potingues, no quería que un exceso me convirtiera
en un cromo…Da lo mismo, a esta edad no se requiere maquillaje, sino
restauración …aunque sigo insistiendo en estar “mona”, “mona”, “mona”. ¡Qué
“mona” esta la mona!. Lo trágico fue cuando la maquilladora insistió en
pintarme los labios, ¡si no los tengo! al carecer de dentadura, la boca los
absorbió, insistió en simularlos, yo me negué, ¿qué labios me iba a pintar?
¿los de una muñeca? Eso nunca. Pues no, no tengo dentadura, bueno me queda una
pieza: un colmillo. Debería haber arreglado la boca, fue dejadez, lo reconozco,
¡mira que soy coqueta!, lamento que mi coquetería no advirtiera esa carencia,
ahora ya es tarde; soy de poco comer y lo que ingiero suelen ser alimentos muy
cocidos o blandos. Por la mañana, al asearme, me miro en el espejo, hago
muecas, extraigo de mi rostro mil máscaras tratando de identificarme con la más
auténtica y en ninguna me reconozco, bueno, quizá haya una: es cuando me
sonrío, muestro las encías despobladas de dientes y de repente se asoma el
colmillo, mis ojos se ocultan entre las arrugas de párpados y ojeras, entonces
mi rostro adquiere una mueca infantil y retrocedo a mi infancia, me reconozco
en ella, es la verdadera, soy yo. Todas las expresiones faciales aprendidas en
ese intervalo de tiempo me parecen falsas, nunca fueron innatas, fueron
adquiridas a lo largo de los años para subsistir, ahora ya no las necesito, me
despojo de ellas sin rencor, admitiendo que ya me son inútiles. Ahora la vida
me exige desvalimiento, el mismo que el de los primeros años de mi infancia,
hay una conexión directa entre los dos, la época de esplendor se esfumó, la
vida no me permite un final triunfante, quiere que regrese a la inocencia de mi
origen, la esencia tiene que permanecer en estado puro, impoluto; el lastre
adquirido durante la existencia debe ser depuesto, devuelto al mundo creado por
el hombre y sus intereses, el origen y el ocaso de la vida no admiten
impurezas. La sonrisa en el espejo
permanece durante un buen rato, me hago una carantoña, como la que se le hace a
los bebés para conseguirles esa misma sonrisa; me doy cuenta de mi fragilidad y
de la del cristal, puedo caerme en cualquier momento y deshacerme en mil
pedazos; por mucha energía e interés que pueda imponerme en las tareas diarias,
siempre habrá la sombra del desfallecimiento. Es como una ilusión de la mente
el creer que podemos, y es sencillamente una cuestión de tiempo verbal:
pudimos, pero ya no podemos…Espero que se me entienda bien, al faltarme la
dentadura no se vocaliza con la claridad deseada; veo que nadie se queja, ni el
técnico de sonido, por lo tanto voy a continuar. Me he venido a la residencia
porque me siento más protegida, si me pasa algo siempre tendré a alguien que me
eche una mano, si no es por afecto al menos por obligación; no me quejo, las
cuidadoras son amables, sencillamente cumplen su tarea y, sin embargo, en el
fondo hay un fingimiento en su empeño; claro está, nadie puede controlar sus
sentimientos ni la forma de manifestarlos, sabiendo que todos los internos carecemos
de cariño, un poco más de naturalidad y
emotividad no sobrarían. Antes de venirme aquí vivía en un hermoso apartamento,
grande y luminoso, para mí sola me sobraba, lo tenía, bueno, y lo tengo, muy
bien amueblado, la cocina la cambié por completo hace algunos años, los
electrodomésticos eran de lo más moderno, poco he disfrutado de ella, después
me vine para aquí; fue una locura, un capricho impensado, bueno, a lo hecho
pecho…rectifico esto último, de pecho nada, no tengo nada, estoy plana como una
tabla. ¿Y los sillones? ¡qué comodidad! ni comparación con el que hay en esta
esquina, cada vez que me sentaba me hundía, como me quedara un rato inmóvil me
invadía un sueño profundo, reconfortante y yo me dejaba estar hasta que la
saciedad del descanso me despertaba y me ponía en marcha de nuevo. ¡Mi balcón y
mis plantas! despertaban envidias, según la estación se colmaba de flores de
todos los colores y yo me pavoneaba entre ellas ¡faltaría más! para eso me
llamo Florita…Me quedo sola hablando de mi apartamento, cuando salgo voy hasta
allí, no está muy lejos, abro las ventanas para que se airee y ordeno lo ya
ordenado y limpio lo ya limpiado, algo tengo que hacer; no es porque lo diga
yo, soy la menos indicada, pero está muy “curiosito”, muy, muy, pero que muy
curi osito; mi apartamento aparte de estar muy curi-osito, es muy mono y cuco,
¿más animalitos? Pues como que no. No
more, please. Kuko, kuko, kuko, ku-ko, ku-ko, kuko, ko-ku, ko-ku, ko-ku…Please, no more. Lo siento, a veces me
embalo, en una palabra, me traspapelo. Estoy perdida, ¿dónde estaba? ¿qué
decía?...¿ Cómo lo estoy haciendo? ¿ No me decís nada los que estáis detrás de
la cámara?... Nadie responde, estaré haciéndolo bien, ¿se me entiende?... Nadie
responde, trato de vocalizar lo mejor posible, pero como ya dije al faltarme la
dentadura, la claridad de mi dicción
puede ponerse en duda… ¿Dónde está la cámara? ¡Ah! ya la veo, enfrente
mía, por favor, como ya os dije antes, y perdonad por la insistencia: primeros
planos no… ¿De qué estaba hablando? Sí, de mi apartamento, decía que es muy
cuco, me apetece pronunciar esta palabra: kukó, kukó, kukó, kukó, kukó, kukó,
kukó, kukó, kukó, kukó, ¿a que parezco el cuco de un reloj? Los que estáis ahí
detrás acompañadme, es a lo único que os puedo invitar, no tengo nada que
ofreceros en mi habitación, venga animaros: kukó, kukó, kukó, kukó, kukó, kukó,
kukó, kukó, kukó, kukó…Bueno, veo que me quedo sola en mi intento, ya estoy
acostumbrada…Me pondré seria y continuaré… La elección de mi habitación para
llevar a cabo esta entrevista, monólogo o como se quiera llamar no ha sido por
casualidad, se pudo haber realizado en el patio, la residencia posee un patio
amplio con abundantes bancos, es muy soleado, allí nos reunimos todos, damos
pequeños paseos y después del “agotamiento físico” enseguida nos sentamos, eso
para los que pueden caminar, muchos de los residentes pasan el tiempo sentados
con la mirada puesta en el vacío o en las musarañas, musa-arañas, musa-arañas,
musa-arañas, musa-arañas, no, no voy a empezar de nuevo con la cantinela… por
lo tanto, visto lo visto, el patio es un lugar público y como la proposición se
me hizo a mí con la más amplia libertad de elección en todos los aspectos elegí
mi habitación, la encuentro más íntima y así, en privado, no me corto, me
despacho mejor y a gusto. Sigo sin saber por qué me lo propusieron a mí y no a
otro interno, a lo mejor la dirección de la residencia tuvo algo que ver en
todo esto, no estoy segura, fuera como fuese, aquí estoy dale que te pego:
habla que hablarás. A veces me pregunto por qué renuncié a la comodidad de mi
apartamento por venir aquí, he buscado un sinfín de razonamientos y todos me
conducen a la misma palabra que unas veces asumo con resignación y otras me
aterra el simple hecho de pronunciarla: soledad. La siento, junto con el
desamparo, con la misma intensidad que cuando era muy niña, como dije me
criaron unos tíos, me educaron y cuidaron de mí como si fuera su hija, mientras
vivieron estuve muy vinculada a ellos; el concepto de padre o madre nunca lo
experimenté, el simple balbuceo de las palabras: “papá”, “mamá” que en los
primeros años de infancia abre las puertas a la facultad del habla nunca lo
conocí; una vez que asumí que aquellas dos almas caritativas eran mis tutores,
mi desorientación se encarriló y bajo su tutela crecí y maduré, elegí la
profesión de enfermera porque había aprendido de ellos la entrega a los demás,
elección de la que no me arrepiento; y, sin embargo, con el paso del tiempo,
cuando creía superada aquella sensación de extravío vuelve a presentarse ante
mí con la misma intensidad de antaño; de muy pequeña miraba hacia atrás, mi
curiosidad se veía atraída por mi origen, mi procedencia, mi esencia; no había
palabras para expresar aquel gesto, necesitaba años y experiencia para que surgieran las
frases:¿De dónde vengo? ¿Adónde voy? Ahora no miro hacia atrás, miro hacia
adelante y me topo con un muro infranqueable, las dos preguntas sin respuestas
y envuelta en una desorientación en la que la mujer adulta, orgullosa de una
supuesta madurez adquirida por medio de la experiencia, se convierte en una
niña desvalida, en la niña desvalida que fui una vez, además, perdida, torpe,
disminuida de facultades, aunque intente superarlas, que sólo le falta echarse
a llorar a lágrima viva para que alguien venga a socorrerla; pero lo que esa
niña-mujer sí sabe es que nadie va a venir en su ayuda; esa niña-mujer, yo,
tiene que enfrentarse sola a sus limitaciones, a su destino, a su fin…Decidme
algo, ¿estáis captando mi voz y mi imagen perfectamente? Por favor, no me
hagáis primeros planos, salgo fatal, las arrugas no perdonan, ¿sigo bien
peinada? ¿y mi moño? Sigue en su sitio e integro. Si en mi apartamento gozaba
de cierta abundancia y me refiero a ésta en el sentido más amplio del término:
mi nevera, a veces se llenaba de caprichos, comía lo que me apetecía, eso sí,
todo en pequeñas cantidades y muy blandito; había muebles por todas partes, eso
sí, cada uno en su justo lugar; las estanterías de la sala de estar rebosaban
de libros de viajes y novelas, eso sí, todos leídos; también tenía mucha música
en soportes diferentes: discos, casetes, CDs…eso sí, todos escuchados y
bailados, ¡cómo me gustaba bailar! sola o acompañada, tan pronto oía los
primeros compases ya me lanzaba y mi cuerpo se llenaba del salero y marcha que
me transmitía la música…eso sí, ¿qué?...eso sí ¿qué?...que ahora me he rodeado
de una completa austeridad, se puede ver en mi habitación: una cama, una
mesilla de noche, un armarito, esta mesa y esta silla en la que estoy sentada y
ese sillón y no describo mi cuarto de
baño, que está ahí detrás de esa puerta, porque carece de interés con las
piezas básicas para el aseo y el alivio corporal. ¡Quién lo hubiera dicho! ¡He
prescindido de casi todo! a mí que me gustaba nadar en la abundancia de lo
material; ahora como de lo más frugal, lo que me pongan en el comedor, con tal
de que esté bien pasado, no hago ascos a nada; la cantidad de ropa que llenaba
mis armarios, para aquí me traje prendas cómodas y este vestido que llevo que
lo tengo para las ocasiones y no quiero seguir enumerando porque me convertiría
en la historia del despojo. Y el caso es que no echo en falta nada de lo
material, puedo vivir sin tantos cachivaches; a nivel físico, sí me encuentro
muy disminuida, echo de menos mi vitalidad, por muy brava que me ponga mis
limitaciones están ahí, las asumo de malagana, pero es lo que hay. Para
franquear ese muro hacia lo desconocido la vida me exige un despojo absoluto de
todo lo adquirido, si vine con las manos vacías me voy con ellas también
vacías. Y sin embargo, éstas, mis manos, han ayudado a tanta gente, ellas y mi
rostro han sabido transmitir, en momentos muy concretos, lo que mis palabras no
han podido manifestar, mis sentimientos estaban a su servicio: una sonrisa
tranquilizadora, un apretón de manos o simplemente una caricia han dado sosiego
en la enfermedad, me siento orgullosa de mi pequeña aportación, es un orgullo
sano; nunca he querido restar protagonismo a los médicos, ellos eran ellos y yo
soy yo, no sé si se podría decir que ellos llevaban la parte física y yo, en
muy pequeña medida, la psíquica…no, así no me gusta cómo está expresado, diría
que ellos se dedicaban al cuerpo y yo al alma, bueno, más o menos. He visto
tantas heridas abiertas, estuve en un hospital de campaña, mi vida ha dado
mucho de sí, por lo tanto experimenté la guerra, es decir, la locura; es decir,
la humanidad sangrante; es decir, el desatino entre cielo y tierra; es decir,
la aniquilación de la razón. Me indigno cada vez que pienso en ella, fue un capítulo
de mi vida al que me entregué de lleno, en mi mente el recuerdo permanece vivo,
aunque intento evitarlo, no con intención de borrarlo sino de silenciarlo, en
el silencio permanece la vivencia, que asumo como cualquier otra de mi
existencia; lo que me asusta es tratar de explicarla porque me topo con la
carencia de vocabulario; al expresarme con palabras, éstas se quedan cortas
ante el horror, simplemente son unos sonidos fonéticos carentes de
significación. Si estuve con la muerte, también
estuve en los albores de la vida, he estado en maternidad, de pensarlo
mi rostro se ilumina, aunque no por eso me vayáis a hacer un primer plano,
¡cuántos recién nacidos tuve entre mis brazos! al contemplarlos me invadía una
serenidad ante su indefensión, una responsabilidad ante la protección de mi
propia especie surgía de mí voluntariamente, tanto la mujer como la enfermera
casaban bien. Aparte de atenderlos con cuidados médicos, cuando estaba sola me
gustaba cantarles sobre todo cuando estaban inquietos y llorones, al cabo de un
rato se tranquilizaban y quedaban dormidos, me alejaba pensando que puede haber
otras alternativas en la medicina, curas musicales, por ejemplo, a mí me daba
resultado. Mis enfermos siempre han sido muy generosos conmigo, mis cuidados y
atenciones fueron correspondidos con halagos a veces desproporcionados;
recuerdo en tiempos de guerra un soldado me piropeó y me dijo que era su ángel
terrenal, me impactó en aquel momento, minutos después perdió importancia achacándolo a un “subidón”
emotivo, la guerra arrastra a los extremos; hoy lo pienso y lo acepto, ojalá hubiese sido un ángel terrenal para todos mis
enfermos, ¡un ángel terrenal tiene que ser muy humano!. Sentada a esta mesa
apoyo mis brazos sobre ella, es decir, mis alas plegadas, me gusta la
comparación. No sé por qué, se me ocurre
que como no tengo un cariño directo por parte de nadie lo ando buscando en el
recuerdo, esto me reconforta pues fue lo que sembré, a mi edad sólo se me quiere por lo que soy, no por lo que
fui o tengo, el futuro no lo incluyo porque estoy en el límite y no tiene
cabida en el presente. Ahí afuera, en el patio o en la sala de estar tengo
admiradores por no decir pretendientes, alguno ya se me tiene declarado, pero
siempre los esquivo; tengo compañeras de residencia que están “locamente”
enamoradas y me alegra de que así sea, mientras piensan en amoríos el vacío
afectivo se llena de ilusiones, no le dan vueltas a la cabeza con preguntas
trascendentes. A mí hace mucho tiempo que se me pasó el arroz, ya está quemado
y sin dentadura no mastico. Y sin embargo, no puedo hacerme la dura, confieso
que he tenido un pretendiente muy especial, todavía sigue en la residencia,
hubo un momento en que ayudé a las cuidadoras a atenderle, estaba muy enfermo y
solo, no sé los motivos, pero su familia hacía tiempo que no lo visitaba, tal
vez yo llené aquella ausencia, poco a poco fue mejorando y poco a poco fui
retirándome, nos vemos en los lugares comunes, nos saludamos, en su rostro y en
su saludo hay un sentimiento muy especial, lo percibo, correspondo y saludo
comedidamente, me muestro fría, distante y en el fondo un aire fresco agita mi
ánimo, me reprocho esta especie de hipocresía…No sé si lo estoy haciendo bien,
nadie dice nada, por lo tanto entiendo que todo marcha correctamente, es decir,
que es lo que se esperaba de mí. No sé qué más contar, no he preparado nada, lo
expuesto con anterioridad me ha surgido espontáneamente, sin tener nada
premeditado, tampoco quiero aburrir, describir con pelos y señales toda mi
vida, sería muy largo y tedioso, aunque tengo memoria quedarían muchas lagunas,
ésta me falla muchas veces y, además, la vida de una mujer corriente…bueno, no
tan corriente, sólo hay una Florita de Saa, Ser, Soldón y Sor, de Asma y Masma,
de Eo y Eume, de Ladra, Landro y Lea…etc. Mujer más bañada por ríos creo que no
se encuentra. Os voy a echar de menos, es raro, apenas os conozco, os he
contado un poco mi vida y ya me parece que sois conocidos de siempre, tampoco
sé quién verá este documental, los que estáis ahí detrás lo sabréis, a mí no me
importa, me he mostrado tal y como soy, sin nada que ocultar…Un pequeño favor,
cuando sea, tomadme un último plano general, bien iluminada, sentada a esta
mesa, como os estoy hablando, tened cuidado y ya sabéis que no quiero primeros
planos. Creo que hace tiempo que no he hablado tanto y tan seguido, siempre que
lo intento me cortan o ponen cara de desinterés, entonces no hace falta que me
corten, ya lo hago yo. Mañana, mañana es otro día, no el día de mañana,
sencillamente el día siguiente al de hoy, me alegra pensar que tengo un día
próximo, después de pasar esta noche ya está ahí esperándome, quiero salir a la
calle, a encontrarme con gente, con la vida, con el día a día, a ocupar un
lugar en el espacio de los vivos; aquí, aquí, aquí…no. Pero antes tengo que
pasar la noche, la noche funesta; me da miedo porque ella me trae el sueño y
éste su señuelo, caigo en él y ser consciente de que quizá no despierte, me
angustia, me desespero ante la nada. Esta noche va a ser diferente, estoy “mona”
y sé que hoy el sueño me va a reconfortar, mañana voy a salir a la calle y hará
un día maravilloso…Cuando hayáis terminado y os queráis ir, si estoy dormida,
no me despertéis, alejaos poco a poco, sin hacer ruido, que vuestra presencia
aquí permanezca como un soplo de aire fresco, que nuestro encuentro haya sido
como un punto de comienzo y final de partida… La noche se acerca y con ella el
sueño, lo lógico es que me acostase en mi cama, y lo hago, pero cuando me
invade el miedo, soy incapaz de echarme y permanecer en posición horizontal;
reconozco que descanso, que es la única forma de dar reposo a este cuerpo mío
ya de por sí tan agotado, pero la idea a quedarme dormida y no despertar me
desmorona; entonces, cruzo mis alas, es decir, mis brazos, sobre la mesa y dejo
reposar mi cabeza sobre ellos, sentada, como se me ve ahora es mi posición de
descanso o de espera; soy igual que una niña buena que se queda dormidita y
esta cansada después de un día de juegos…La noche se acerca y con ella el
sueño, voy a liberar mis arrugas, las del cuello, voy a desplegar mi “foulard”,
este velo blanco sobre mis hombros y brazos, cubriré mi cabeza con él también,
su blancura de nieve ahuyentará el negro azabache de la noche, ésta aporta su
silencio y descanso, el descanso eterno; no, no, éste todavía no, esta niñita
tiene miedo a la oscuridad, está solita y no tiene a nadie para arrullarla,
pero ella es buena y no tiene que temer nada; en voz muy bajita ella se va a
cantar, esta nenita siempre ha cantado muy bien, lo va a demostrar, ¡ale! canta
en voz bajita: https://www.youtube.com/watch?v=OZmt3rflsTkhttps://www.youtube.com/watch?v=OZmt3rflsTk
Notte,
notte funesta,
Che
del divino Sole
Con
tenebre di duol piangi l’occaso;
Lascia
che pianga anch’io,
E
con sopor tiranno
Al
giusto dolor mio,
Deh
non turbar l’affanno.
Ferma
l’ali, e su mie lumi
Non
volar, o sonno ingrato.
Se
presumi,
Asciugarne
il mesto pianto,
Lascia
pria, che piangan tanto
Quanto
sangue ha sparso in fiumi
Il
mio Dio per me svenato.
(Recitativo y aria de Santa María
Magdalena
Oratorio
para la Resurrección
de Nuestro Señor Jesucristo)
Handel
Noche,
noche funesta,
Que
lloras el ocaso del divino sol con las tinieblas de dolor,
Déjame
llorar así,
Y
con un sueño tirano
No
interrumpas el jadeo
De
mi justo dolor.
Pliega
las alas, y sobre mis ojos
No
vueles, sueño ingrato.
Si
presumes,
Enjuga
mi triste llanto,
Déjales
primero que derramen tantas lágrimas
Como
los ríos de sangre vertidos
Por
mi Dios muerto por mí.
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