miércoles, 27 de octubre de 2021

DETRÁS DE AQUELLAS NUBES...


                                                                            

S/T-KFK

No tengo ganas de hablar, pero voy a hablar; no va a ser mi voz la que exprese mi estado de ánimo, va a ser  mi mente la encargada de poner en orden, en caso de que pueda, mis altibajos; más bien mis bajos que mis altos, mi decaimiento ante la vida, mi claudicación ante la ilusión de cualquier tipo…Me molesta hablar y que me hablen, manifestar frases o desmenuzarlas en palabras me parece un esfuerzo sobrehumano, por eso me he sumergido en este silencio y quiero continuar en él; no deseo hablar ni que me hablen, voy a dar paso a mi mente para que ella ponga en marcha este relato, mi voz no se oirá, está muy decaída, débil diría; abriré y cerraré un paréntesis para que su interior contenga lo que mi voluntad buenamente, y creo que con mucho esfuerzo, quiera expresar.(…Hace tiempo que arrastro una profunda depresión, el verbo arrastrar es perfecto para aclarar lo que me pasa, es tan pesado su lastre que los tratamientos médicos no ejercen su valía, me mantienen en suspensión a la espera de una reacción por mi parte y yo a su vez espero otra por la suya, este toma y daca no conduce a nada, me hincho a pastillas y veo que no salgo de este estado de alelamiento; es posible que tenga que abandonar en parte esa esperanza puesta en la medicación e intentar buscar dentro de mí una chispa, algo que conecte mi cerebro con el mundo exterior, esa conexión , ese “feeling” que al contactar hace que salten chispas, eso es lo que me hace falta: “chispas”, pero mi ánimo ahora no está para esas bromas, está tan aferrado a su tristeza que no da cabida a naderías, es decir, a nada que lo aparte de su negatividad. Yo nunca fui así, siempre fui un hombre alegre y sobre todo muy comunicativo; disfrutaba de los chistes que mis compañeros contaban en el trabajo, cualquier cosa hacía aflorar en mi rostro una sonrisa y ésta condescendía en mi trato con los demás; ahora estoy serio, las facciones de mi cara permanecen congeladas, no expresan sentimientos, las emociones están frenadas por los medicamentos, aunque quiera expresar un hálito de sensación algo me retiene y no sé lo que es, o tal vez sí, lo que decía, esos medicamentos, el tratamiento que tomo. Cada vez que me aseo, y es al afeitarme cuando mi rostro se refleja en el espejo, verifico que soy el mismo pero cambiado, hay como un velo invisible que no solamente cubre mi rostro sino que llega hasta mis pies concediendo a mis gestos una lentitud, una falta de agilidad que me sorprende pues antes nunca había experimentado tal sensación; mis hombros están decaídos y mi espalda se encorva hacia adelante; es como si hubiera envejecido aunque soy de mediana edad. No sé cuál ha sido la causa de todo lo que me pasa; en los últimos tiempos no he sufrido pérdidas emocionales, con esto quiero decir que en mi entorno no ha habido fallecimientos o motivos profundos para que me llevasen a un estado depresivo. Mi familia, mi esposa e hijos, están bien, en mi trabajo soy respetado y estoy bien considerado; económicamente hablando gozamos de un nivel de vida acomodado; de la salud de todos los miembros familiares no hay queja, estamos sanos, entonces ¿por qué toda esta tristeza, toda esta desmoralización? Tiene que haber algo en mi cerebro que no sincronice bien con el mundo exterior; me he hundido en mí mismo, me he silenciado y no quiero saber nada que venga de afuera, hay como un rechazo ante cualquier aportación externa a mí, me he encerrado y aunque manifieste colaboración, ésta es falsa, fingida. No me apetece salir y si lo hago es por obligación, mi tiempo transcurre sentado  en el sofá de la sala de estar, al decir sentado me refiero al sentido literal de la palabra ya que los sofás son muy dados a recostarse, a tumbarse…yo ni eso, cualquier iniciativa me molesta y me parece un sacrificio; yo sentado, firme como las esculturas sedentes egipcias mirando fijamente a lo que tengo delante, a nada en especial; si por casualidad me acecha el sueño, muy raras veces, reclino la cabeza hacia atrás y cierro los párpados como queriendo dormir, pero qué va, duermo mal o no duermo o quizá duerma un poco si bien no soy muy consciente de ello; los medicamentos me proporcionan tal relajación que hacen que vea la realidad como medio dormido, me suministran un desinterés por mi entorno; estoy, pero como si no estuviese, soy una figura de decoración que forma parte de un conjunto, pero cuya aportación es nula, se puede perfectamente prescindir de ella. No veo la televisión, no escucho las noticias, no leo la prensa, cualquier acontecimiento que pueda sobresaltar al ser humano me importa un bledo, así de claro. Mi familia ha asumido mi depresión, tanto mi esposa como mis hijos colaboran conmigo, tratan de ayudarme y lo que es más importante, me dan ánimos; intento complacerles, pero no es por el interés que de mí pueda surgir; unas veces lo consigo, otras veo en sus rostros el desánimo, la frustración de un esfuerzo fracasado; tampoco tengo muchas ganas para negarme. Eso supone hablar, carezco de ese impulso para comunicarme por medio del lenguaje. Si puedo realizar la tarea sin expresarme verbalmente mejor y de no poder salgo de la situación con frases muy escuetas; por ejemplo, mi hijo mayor acaba de obtener el carnet de conducir y al ver que no salgo de casa pone esta excusa para llevarme al campo y así de paso practica la conducción; la verdad que es un gran alivio. Siempre  me gustó conducir, pero estos últimos años empezaba a estar harto de ir en coche; mi trabajo está distante de mi hogar y todos los días ir y venir, aguantar atascos y con éstos sus demoras, veía que mi paciencia empezaba a resentirse. Indudablemente ahora ya ni se me ocurre. En el estado en que estoy  mis actos reflejos están en mínimos y la lucidez nublada. Nunca me negué a su iniciativa, simplemente cuando lo proponía me levantaba del sofá y me dejaba llevar, con ganas o sin ellas siempre supe contener un desaire. De estas pequeñas escapadas he aprendido y observado la independencia que mi hijo ha adquirido con la edad. Es lógico, ha crecido, se ha convertido en adulto y de repente yo me entero de eso. Me hubiese gustado darme cuenta de ese proceso de madurez con  más tiempo, más tiempo para…más tiempo para…más tiempo para…reflexionar, para asimilar las pequeñas cosas de cada día, para aceptar la auténtica realidad y dejarme de ínfulas, de proyectos ilusorios que ideaba sobre otros y sobre mis hijos en particular. Los otros dos que tengo son más pequeños y pronto seguirán el mismo proceso, cosa natural y  lógica…¿No habré estado enfocando mi vida hacia metas quiméricas que embotaron mi mente de realidades engañosas? Este estado en el que me encuentro ¿no será resultado de una mala digestión? No sé qué decirme, tampoco estoy como para darle muchas vueltas a la cabeza. Si intento meterme en profundidades, me ofusco y soy incapaz de encontrar un rayo de sol…no sé por qué me ha gustado lo de rayo de sol; tal vez sea por la luz. Ahora que hablo de luz, mi vida carece de iluminación, está mal iluminada, vivo como entre tinieblas, como si unos espesos nubarrones me impidiesen ver la luz del sol. Quizá me he forjado una idea de mi existencia un poco fantasiosa y en algunos casos fanfarrona. No es oro todo lo que reluce. La moldeé basándome en unos cánones ya establecidos por una sociedad del bienestar que me imponía unas normas y si éstas se cumplían formaba parte de una perfección, es decir, lo que debería ser y no lo que soy en realidad; mis miedos, mis inseguridades, mis limitaciones se relegaban a un segundo plano y surgía el boato, la simulación, el hacer creer a los que me rodeaban que yo era la representación del éxito, la figura que encarnaba la idea exigida por esa clase de sociedad. Y aquí estoy deprimido, todo lo que había reprimido se ha vuelto en mi contra…deprimido, reprimido, oprimido, exprimido…da lo mismo el adjetivo, más constreñido no puedo estar. Adoro a mis hijos, en ellos deposité sueños y esperanzas, quise encaminarlos por senderos que a mí me hubiese gustado recorrer, me quedé con las ganas y también con la frustración, en ellos volqué mis sueños imposibles, ignorando que tenían su propio camino e ideales para realizar; ahora me doy cuenta de que se me van  poco a poco de las manos, de la noche a la mañana y en pequeñas dosis comprobaré que me exigirán su independencia, y esta palabra me causa repelús porque por mucho que intente comprenderla, ella implica abandono, soledad, es decir, mi abandono, mi soledad. Junto con mis hijos mi esposa, otro de los ejes de mi vida, llevamos tanto tiempo juntos, nos enamoramos tan jóvenes, estudiamos una carrera, nos casamos, creamos una familia y tuvimos unos hijos; en tan pocas frases toda una vida. La quiero…no me atrevo a decir la amo, la amé en su momento con toda la pasión que conlleva el amor; le tengo afecto, pero no puedo decir que la amo. El tiempo nos ha enfriado, me entristece más de lo que estoy al decir esto, pero debo admitirlo y si de algo me sirve que sea para poder salir de esta noche oscura de mi alma. Para nuestros amigos somos una pareja “encantadora”, si lo piensan que todo siga así, debo sincerarme conmigo mismo y admitir que en los últimos años debido a nuestras ocupaciones laborales nos hemos descuidado, la atención que antes nos profesábamos, todos esos pequeños detalles que marcan la temperatura en la relación de pareja tales como: preocupación mutua, arrumacos, cosquillitas…desaparecieron de nuestras vidas. Ahora me faltan ánimos para un planteamiento de nuestra relación; una separación me parece muy fuerte; volver a empezar una nueva vida cada uno por su lado es no valorar todo lo que creamos juntos. Si tengo que sopesar los aspectos positivos y negativos de nuestro matrimonio, sin lugar a dudas los primeros ganan con diferencia…por eso, voy a considerar ese planteamiento como una espesa nube que cubre al sol detrás de ella y así que transcurra este periodo de nubosidad tormentosa podré ver la luz tal y como es…Quizá ya no me gusta tanto la forma de definir mi estado: “estoy deprimido o estoy pasando por una depresión”, haré algunos cambios: “estoy tormentoso o estoy pasando por una tormenta”. Otra de las causas que creo que me han llevado a mi tormenta ha sido mi trabajo; ya he dicho que estoy muy bien considerado dentro de la empresa a la que pertenezco, bien merecido lo tengo; me he entregado a ella en cuerpo y alma y aunque no hubiese sido una entrega tan completa me habría ido mucho mejor, al menos mi salud psíquica no se habría resentido tanto. Éramos un equipo de colaboradores… ¿seguiremos siéndolo? Cualquier cosa puede pasar; ahora estoy de baja, una vez que me recupere enfocaré con nuevas miras el asunto de mi trabajo, deberé tomar decisiones serias al respecto; ahora dejaré que pasen esos nubarrones de tormenta que nublan mi mente y me llenan de tristeza, aguardaré al sol que se oculta detrás de ellos, entonces será el momento de decidir. Como decía éramos un equipo de colaboradores especializados en depredar, el engaño envuelto en una falsa dignidad que proporcionaba el nombre de la empresa nos brindaba la oportunidad de unas transacciones lucrativas millonarias. Todo se convertía en exigencias, mi tiempo y mi existencia eran absorbidos por una maquinaria de crear dinero y entonces llegaron mis miedos: miedo a no poder cumplir con unas expectativas marcadas, es decir, a hacer más dinero; miedo a que mi salud se quebrara, pues eran muchas las horas de dedicación a mi labor; miedo a que mi misión como…como…como “depredador” se infravalorara…Los miedos surgían por todas partes y total para nada, tanto querer acaparar, acaparar, acaparar, acaparar, acaparar, acaparar, acaparar, acaparar que aquí paré. Nunca he tenido pasatiempos, algo que me ilusionara y que llenara mis horas de ocio; desde que me casé mi meta siempre había sido prosperar, después llegaron los niños y el poco tiempo libre del que disponía lo empleé en estar con ellos, pero mucho antes de casarme era muy aficionado a cantar, no sé si lo hacía bien o mal, de lo que estoy seguro es que cantaba en voz baja, canturreaba, expresaba mis estados de ánimo en las canciones que elegía; mi temperamento era alegre, desprendía ganas de vivir y creo que las sabía comunicar; ahora he enmohecido, me he avinagrado y lo único que transmito es pesimismo y esto no puede ser así, no señor. Apenas salgo de casa, nunca estuve tanto tiempo en ella, antes poco paraba, mi trabajo reclamaba mi presencia constantemente; salía disparado por las  mañanas y regresaba sin aliento por las noches con el deseo de cumplir con unas exigencias familiares que la fatiga dejaba de lado. Aquí sentado sigo con la mirada los vaivenes de mis hijos y esposa, ellos llevan su ritmo normal de vida, yo formo parte, pero no participo de ella; mi vida se ha ralentizado: cuando ando, cuando como y bebo, cuando me levanto y me acuesto…hasta cuando hago mis  necesidades fisiológicas; creo que todo ha cambiado de marcha, a cámara lenta ejecuto todos los actos rutinarios del día a día. Creo que ya dije que mi hijo  mayor me llevaba al campo, sí, seguro que así él practicaba conduciendo el coche, sí, sí, seguro; pues como decía me llevaba allí a veces; he de confesar que me cuesta abandonar el sofá, pero una vez que me levanto hay algo que tira de mí, que me atrae de la inmensidad de ese espacio. No entiendo esa contradicción, deseo estar en casa y al mismo tiempo me echa de ella. Llevamos una silla plegable y yo me siento debajo de un árbol, es un árbol hermoso, frondoso, no sé de qué clase es, soy hombre de ciudad, de asfalto y la naturaleza nunca me ha seducido; lo lamento, siento curiosidad y me gustaría saber si es un roble, un castaño, un chopo…al fin y al cabo me cobija, me protege del sol y de la lluvia, me ampara ante la infinitud de la extensión y más allá de ésta, el mar, sé que está el mar; al pensar en él siento como si mi mente se expandiera y la congoja que me invade se fuese diluyendo hasta que el azul imperara sobre el gris cenizo de mis pesares. Sé que algún día saldré de esto, de esta tormenta y que de nuevo veré la vida como antes, sin esta nube que cubre el sol. ¿Qué es lo que me ha llevado a este estado? Creo que ha sido un montón de circunstancias que se han ido acumulando hasta que llegaron a un punto y estallaron. Me he dado cuenta de que no puedo abarcarlo todo e imponer mi voluntad a capricho; mis sueños son míos exclusivamente y proyectarlos a la realidad, ésta siempre va a presentar su objetividad, va a ser en la mayoría de los casos darse de narices con ella, ya que en muy pocas ocasiones esas ilusiones lograron una auténtica consistencia. Al no conseguirlo aparece la frustración. Una vez que asuma que el mundo es como es y no como yo quiero que sea, mi vida volverá a su cauce. Soy un ser limitado y porque creo que todos los que me rodean también lo son no puedo exigir a los demás lo que no puedo exigirme a mí; debo admitir mis fracasos como un elemento más de aceptación igual que mis logros y asimilarlos por igual…Basta de lucubraciones, el día que pueda mirar al sol cara a cara sin esa sombría nube que lo cubre y que se interpone entre los dos, entonces admitiré que habré superado mi tormenta particular. Para celebrarlo sé que cantaré algo alegre ¡sabía tantas canciones!, alguna de ellas me vendrá a la mente…Noto que mi corazón se ha acelerado, ha sido la emoción de la ocurrencia…sí, sí, sí, seguro que cantaré. Antes de sentarme en la silla plegable debajo del árbol mi hijo me obliga a dar una vuelta por el campo; según las estaciones advierto que me he perdido algo: la sencillez que me aporta la naturaleza, la tierra labrada y todos los cambios que el paisaje adquiere en las distintas épocas del año; esto lo observo, pero no lo siento; el tratamiento médico que recibo me impide experimentar emociones, al menos eso creo; confío plenamente en que una vez que esté recuperado vuelva a emocionarme y que en mi escala de valores se aprecien más las sensaciones que las posesiones. Caminamos a paso lento, no nos decimos nada; sería el momento ideal para que un padre conversara con su hijo, pero yo no tengo ganas y sin embargo, su compañía me resulta agradable, protectora. Cuando me fatigo nos damos media vuelta y me siento en mi silla, me deja solo durante una hora y allí me quedo con mis pensamientos contemplando el paisaje, a veces aguardando al sol que se oculta en el mar, allá, en lontananza. Sé que algo cambiara después de superar mi estado tormentoso, ¿cuándo será?...No lo sé… ¿Cuándo sabré que mi tormenta habrá pasado?...Cuando tenga ganas de cantar… ¡buena idea!, cuando tenga ganas de cantar. Aunque estoy frenado, algo he sentido con esta idea; he experimentado como un temblor que me ha sacudido y ha hecho que saltaran las alarmas de mi percepción…Sabía tantas canciones…Podría componer una,  pero no estoy lo suficientemente lúcido para ello…Alguien en alguna parte, en algún tiempo podría haberse adelantado y haberla compuesto para mí; me sería imposible creerlo, poder expresar mi estado de ánimo cantando, seguro que me sacaría de mi alelamiento…En mi propio idioma no encuentro recursos, tal vez en otro distinto. En estos momentos mi salvación, mi curación no está en la medicina, lo sé, está en algo tan simple como es cantar y si canto espanto las nubes de tormenta que me impiden ver el sol y si veo el sol veo la claridad al fondo de ese largo túnel de tristeza…Mis fuerzas aún están débiles, mis fuerzas aún no han encontrado ese primer impulso que me incite a cantar, pero si todavía no puedo, espero que alguien me cante y me motive a cantar; no necesito un tratamiento médico, necesito una canción, algo tan simple como eso; aguardaré a esa voz que despierte en mi cerebro esas ganas, esa ilusión, esa capacidad de disfrutar de la vida. Aquí sentado, dispuesto, espero…..     ………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………….......Spesso di nubi cinto, tra il fosco orror de’ lampie di squallor dipinto s’asconde il sole in mar. Ma all’apparir del giorno si vede in oriente di nuovo luce adorno, sereno scintillar).

Franco FAGIOLI PORPORA "Spesso di nubi cinto" - YouTube

A menudo, rodeado de nubes entre el sombrío horror de los relámpagos y cubierto de tristeza, el sol se oculta en el mar. Pero cuando aparece el día, se le ve en el oriente, adornado de una nueva luz, brillando con serenidad.

Adalgiso-Ópera Carlo il Calvo, acto II, sc14, Nicola Porpora.