lunes, 30 de marzo de 2020

PLIEGA LAS ALAS


  
                                
Cynthia Evers-instant fragile
Florita ¿está preparada?... Cuando oiga la palabra acción empiece a hablar…¡¡¡ Acción!!!... Creo que tengo la voz tomada, es posible que sean los nervios, carraspearé… podía tomar un poco de agua, pero eso, tal vez, más tarde…Ya se me ha pasado. Aunque me sé controlar, estoy nerviosa, nunca había estado en situación semejante y la verdad es que nadie me ha obligado, ha sido una decisión personal. Desconozco el mundo de la televisión, cuando me propusieron que hablara delante de una cámara, tuve mis dudas; a fin de cuentas me daban libertad absoluta para hablar de lo que quisiera, no había un tema determinado, simplemente, hablar: parlare, parlare, parlare e parlare. No pensé en otra cosa, vi el cielo abierto, en el fondo necesitaba comunicarme, mi decisión afirmativa fue un impulso interno hacia una proyección externa de mí misma. Tengo tantas cosas de las que hablar y, sin embargo, ninguna destacable que pueda interesar a un oyente, serían importantes para mí porque han formado parte de mi larga vida, pero que fuesen ejemplarizantes o causasen curiosidad a otra persona, lo dudo. Soy una mujer muy mayor, con toda una vida pasada y vivida con todos los avatares de una existencia; miles y miles de personas estarán en mis mismas circunstancias, por lo tanto he de decir que no soy nada destacable. No sé si le va a gustar al director de este documental o programa televisivo, no sé cómo definirlo, es otro mundo para mí, lo que voy a decir, pero ¿qué interés puedo causar yo entre otras personas? ¿por qué se me ha elegido? Si la finalidad es que hable, es decir, que hable por hablar creo que han dado con la persona adecuada, siempre me ha gustado, para qué negarlo, siempre y cuando tenga un oyente, hablarle a las paredes como que no; se supone que voy a tener a alguien que va a captar mis palabras y ver mi imagen, si le intereso lo mantendré despierto, en caso contrario, también es bueno saberlo que una posee efecto somnífero. Toda mi vida ha sido una entrega a los demás, pues mira por dónde, a pesar de estar jubilada, el destino prolonga mi vocación sin yo forzarlo…Por favor, la cámara manténganla detrás de mí, aún no quiero que enfoquen el rostro, eso más tarde, cuando haya hablado mucho más y el televidente ya se haya hecho una ligera idea de a quién tiene delante, espero que llegado ese momento aún este lo suficientemente “mona”, me he puesto mis mejores galas, no son nuevas, son de hace bastante tiempo, me siento cómoda con ellas, se han adaptado a mi cuerpo enjuto y ligeramente encorvado hacia adelante, donde más se nota es en la zona de la espalda y hombros, no es que tenga chepa, pero mis omóplatos acusan esa malformación; este vestido negro con estampado de “estrellitas blancas” siempre me ha sentado muy bien, entallado al cuerpo y con falda “évasée”, me encanta esa palabra: “évasée”, siempre he sido muy mala en lenguas, pero a lo largo de mi vida me he ido quedando con algunos sonidos que sitúo en un contexto determinado, éste por ejemplo, me trae a la memoria la modista que me lo confeccionó, era francesa, le pedí su opinión, me dijo que para mí “une jupe évasée” sería ideal, no entendí el término, pero la pronunciación fue tan…fue tan…fue tan “chic” que ni lo pensé y le dije que adelante con “la jupe évasée”, menos mal que después resultó ser una falda amplia y cómoda; en aquel entonces no entendía nada de moda y ahora poco más, oía hablar de estilos y me apunté a la corriente… en fin, me doy muy bien con este vestido; los zapatos que llevo son anchos, en ellos reposa el pie cómodamente, el calzado negro y casi plano siempre me ha gustado mucho, mis pies nunca han estado para modas, he tenido pies muy delicados y ahora con la edad se han deformado: juanetes, algún callo, durezas…para qué contar, todo se reduce a una palabra: comodidad; y ¿este “foulard”? Otra palabrita más para la lista de extranjerismos, no es ni más ni menos que un pañuelo grande, un velo blanco, lo uso alrededor del cuello para disimular las arrugas, las pieles que cuelgan y que hay que frenar, ocultar, con éstas sujetas, el contorno del rostro se perfila con más nitidez, con el cuello ahogado me encuentro más esbelta…¡tonterías! eso es lo que me creo, chochear no es una falta. No suelo llevar joyas, los lóbulos de las orejas los tengo tan dilatados que ponerme unos pendientes sería estirarlos más, y no, no, no estoy por la labor; anillos, impensable, tengo artrosis y mis dedos ya no están para lucimientos, lo que sí siempre llevo conmigo es este reloj de pulsera de cuero, ya tiene muchos años, pero me doy muy bien con él, tiene esfera y números grandes y controlo muy bien la hora; tengo algo de cataratas, relojes pequeños imposible, mi visión ya no da para tanto… No sé…¡Ah! ya está, aún no me he presentado, como me den cuerda hablo y hablo y me olvido de lo más elemental, me llamo Florita de Saa, Ser, Soldón y Sor, de Asma y Masma, de Eo y Eume, de Lacha, Landro y Lea…etc. Reconozco que mis apellidos son muy peculiares, son nombres de ríos, adoro los ríos, las flores necesitamos agua y nada mejor que aliarse con ellos. Desde muy pequeña soy huérfana de padre y madre, me criaron unos tíos, apenas conocí a mis padres; la verdad, no los conocí, no tengo ni recuerdos ni imágenes de ellos, por lo tanto, renuncié a los apellidos; oficialmente, es decir, en  documentos, no me ha quedado otro remedio que usar los heredados, pero insisto, no me identifico con ellos para nada…y aquí, que puedo hablar a mis anchas aún voy a aumentar alguno más…terminé en Landro y Lea, pues venga más: Oribio y Ouro, Trimaz y Tronceda y para terminar Vilaselán. Casi nunca los dejo en el mismo orden, me dejo llevar por la euforia de estar tan bien regada, y según se me ocurren así salen. Aquí en la residencia, algunos de mis compañeros creen chincharme  cuando me preguntan: Florita, ¿cómo te apellidas? Y orgullosa y con retintín se los suelto en rosario, y se quedan patidifusos, ¡cómo tienen que quedarse! Alguna vez he pensado que podía haber elegido ríos más caudalosos, con más renombre, y sin embargo, creo que la elección ha sido ideal, todos pertenecen a la región donde nací y en muchos de ellos me he bañado, a veces debido a las lluvias se desbordan, otros con las sequías nos muestran sus profundidades, hay algo de humano en todo esto. ¿Mi edad? Ese es el problema, decir mi edad, dar una cantidad me asusta, diré que estoy próxima al siglo, quedan algunos años, pero no tantos; a pesar de los achaques aún estoy bastante ligera, soy delgada, tirando a muy delgada, los kilos no me pesan, conservo cierta independencia para moverme sola y ser autosuficiente… ¿Dónde está la cámara? ¡Ah! ya la veo, a mi derecha, por favor, que se mueva muy lentamente y me grabe a cierta distancia, no quiero primeros planos; no sé qué tal saldría por la parte de atrás, ¿y mi moño? Mi peinado es muy personal, tengo poco pelo, hago una especie de cruzado, cojo un abundante mechón de izquierda a derecha, cubro con él la cabeza y lo recojo en un moño, éste lo sitúo al lado derecho en la parte baja del cráneo, la verdad es que lo hago difícil, pero es la única solución que he encontrado a lo largo de los años para disimular la escasez de pelo, siempre he admirado esas cabelleras abundantes; ¡qué le vamos a hacer! Habrá que conformarse con lo que hay. Peluca: no y no. Aunque tenga cuatro pelos, estoy muy orgullosa de ellos…¿Dónde me había quedado? ¡Ya recuerdo! en mi autosuficiencia. Desde muy pequeñita he sido muy independiente, por eso le doy gracias a la vida, porque a pesar de los años, todavía gozo de esa libertad, nunca he soportado estar sujeta a nadie; en mis años mozos tuve mis amoríos y novios, pero tan pronto la relación se institucionalizaba, huía de ella con la velocidad del rayo, quizá nunca he querido ser exclusividad de nadie, eso podía impedir una entrega a los demás, y de hecho así lo he demostrado en mi profesión, me he entregado en cuerpo y alma a mis enfermos; todavía no he dicho que soy enfermera, lo digo en presente, porque a pesar de no ejercer, fui, soy y lo seré para la eternidad; y empleo el adjetivo “mis” enfermos igual que lo pudiera emplear al dirigirme a “mis” hijos, “mis” amigos…, hasta el último momento, hasta el justo momento de tomar la decisión de venir a esta residencia, aún seguía cuidando enfermos, nunca supe hacer otra cosa y aquí, si puedo, echo también una mano a los más necesitados. Me siento bien siendo útil, aparte de que me es imposible estar todo el día con los brazos cruzados. Hay bastantes residentes, fue una suerte el poder ingresar, había solicitado plaza hace tiempo, había asumido mi avanzada edad y al no tener familiares o amigos que en un momento determinado me pudieran socorrer, la toma de decisión de ingresar fue muy ponderada. Y al no haber otra salida aquí estoy. ¿Si estoy contenta? La respuesta me la reservo. Tengo libertad para salir y con frecuencia lo suelo hacer: me acicalo, cojo mi bolso y un paraguas, éste lo llevo aunque no llueva, creo que me da cierta seguridad, y ¡ale! a trotar calles , a veces me pregunto por qué lo hago cuando no llevo un rumbo fijo; sé con toda certeza la respuesta, es una respuesta amarga, y sólo esa amargura desaparece cuando me encuentro a alguien que conozco, y esto sucede muy pocas veces, en el exterior ya no me queda nadie, lo interrogo para saber del mundo, estoy ávida de noticias, cuando me las cuentan mi cerebro se pone a trabajar al máximo tratando de conectar acontecimientos, situarlos en un contexto…y mientras me habla ese alguien me quedo fija mirándole y el rostro que yo creía identificar se me convierte en un desconocido, me quedo con las ganas de preguntarle quién es, pero un falso orgullo me retiene, no quiero mostrar carencias, debilidades; me despido de ese des-conocido como si nada hubiera pasado, yo sigo al día, sé que me miento, sé que ya no pertenezco a ese mundo y a sus acontecimientos, mi mundo se ha reducido a la residencia, a cuatro muros, a unos compañeros muchos de los cuales pululan por un limbo mental, yo necesito ayudarles, pero esta ayuda tiene una doble lectura: una labor altruista y al mismo tiempo una urgencia de mostrar cierta superioridad y validez engañándome al no admitir que todos aquí seguimos el sendero de la decrepitud. En la residencia hay un amplio abanico de internos procedentes de las distintas capas sociales, si bien me atrevería a decir que abundan los de clase media y media-alta, da lo mismo la procedencia del desguace, sé que soy dura empleando este termino, pero no se me ocurre un eufemismo, al fin y al cabo todos somos un producto del abandono, mire donde se mire somos cuerpos, fardos abandonados, no quiero implicar a nadie, pero los mismos que están llevando a cabo este programa: cámaras, iluminadores, técnicos de sonido, el mismo director, ayudantes…ven el panorama que aquí adentro se expone, por respeto a la gente se guardan los comentarios, lo entiendo, por respeto hacia los demás y hacia sí mismos, porque nadie está libre de pasar por la misma situación…¿Qué tal estoy? ¿Se me ve “mona”? ¿El moño? Sí, está en su sitio y bien compuesto, por favor, el iluminador o iluminadores controlen la luz, quiero estar bien iluminada, hay que controlar las sombras, el grado de luz que tenemos ahora creo que es el adecuado; la cámara ¡por favor!, no me hagan primeros planos, son matadores, se ven todas las arrugas; debería haberles dicho que me maquillaran un poco más, yo les frené, como nunca uso potingues, no quería que un exceso me convirtiera en un cromo…Da lo mismo, a esta edad no se requiere maquillaje, sino restauración …aunque sigo insistiendo en estar “mona”, “mona”, “mona”. ¡Qué “mona” esta la mona!. Lo trágico fue cuando la maquilladora insistió en pintarme los labios, ¡si no los tengo! al carecer de dentadura, la boca los absorbió, insistió en simularlos, yo me negué, ¿qué labios me iba a pintar? ¿los de una muñeca? Eso nunca. Pues no, no tengo dentadura, bueno me queda una pieza: un colmillo. Debería haber arreglado la boca, fue dejadez, lo reconozco, ¡mira que soy coqueta!, lamento que mi coquetería no advirtiera esa carencia, ahora ya es tarde; soy de poco comer y lo que ingiero suelen ser alimentos muy cocidos o blandos. Por la mañana, al asearme, me miro en el espejo, hago muecas, extraigo de mi rostro mil máscaras tratando de identificarme con la más auténtica y en ninguna me reconozco, bueno, quizá haya una: es cuando me sonrío, muestro las encías despobladas de dientes y de repente se asoma el colmillo, mis ojos se ocultan entre las arrugas de párpados y ojeras, entonces mi rostro adquiere una mueca infantil y retrocedo a mi infancia, me reconozco en ella, es la verdadera, soy yo. Todas las expresiones faciales aprendidas en ese intervalo de tiempo me parecen falsas, nunca fueron innatas, fueron adquiridas a lo largo de los años para subsistir, ahora ya no las necesito, me despojo de ellas sin rencor, admitiendo que ya me son inútiles. Ahora la vida me exige desvalimiento, el mismo que el de los primeros años de mi infancia, hay una conexión directa entre los dos, la época de esplendor se esfumó, la vida no me permite un final triunfante, quiere que regrese a la inocencia de mi origen, la esencia tiene que permanecer en estado puro, impoluto; el lastre adquirido durante la existencia debe ser depuesto, devuelto al mundo creado por el hombre y sus intereses, el origen y el ocaso de la vida no admiten impurezas. La sonrisa  en el espejo permanece durante un buen rato, me hago una carantoña, como la que se le hace a los bebés para conseguirles esa misma sonrisa; me doy cuenta de mi fragilidad y de la del cristal, puedo caerme en cualquier momento y deshacerme en mil pedazos; por mucha energía e interés que pueda imponerme en las tareas diarias, siempre habrá la sombra del desfallecimiento. Es como una ilusión de la mente el creer que podemos, y es sencillamente una cuestión de tiempo verbal: pudimos, pero ya no podemos…Espero que se me entienda bien, al faltarme la dentadura no se vocaliza con la claridad deseada; veo que nadie se queja, ni el técnico de sonido, por lo tanto voy a continuar. Me he venido a la residencia porque me siento más protegida, si me pasa algo siempre tendré a alguien que me eche una mano, si no es por afecto al menos por obligación; no me quejo, las cuidadoras son amables, sencillamente cumplen su tarea y, sin embargo, en el fondo hay un fingimiento en su empeño; claro está, nadie puede controlar sus sentimientos ni la forma de manifestarlos, sabiendo que todos los internos carecemos de cariño, un  poco más de naturalidad y emotividad no sobrarían. Antes de venirme aquí vivía en un hermoso apartamento, grande y luminoso, para mí sola me sobraba, lo tenía, bueno, y lo tengo, muy bien amueblado, la cocina la cambié por completo hace algunos años, los electrodomésticos eran de lo más moderno, poco he disfrutado de ella, después me vine para aquí; fue una locura, un capricho impensado, bueno, a lo hecho pecho…rectifico esto último, de pecho nada, no tengo nada, estoy plana como una tabla. ¿Y los sillones? ¡qué comodidad! ni comparación con el que hay en esta esquina, cada vez que me sentaba me hundía, como me quedara un rato inmóvil me invadía un sueño profundo, reconfortante y yo me dejaba estar hasta que la saciedad del descanso me despertaba y me ponía en marcha de nuevo. ¡Mi balcón y mis plantas! despertaban envidias, según la estación se colmaba de flores de todos los colores y yo me pavoneaba entre ellas ¡faltaría más! para eso me llamo Florita…Me quedo sola hablando de mi apartamento, cuando salgo voy hasta allí, no está muy lejos, abro las ventanas para que se airee y ordeno lo ya ordenado y limpio lo ya limpiado, algo tengo que hacer; no es porque lo diga yo, soy la menos indicada, pero está muy “curiosito”, muy, muy, pero que muy curi osito; mi apartamento aparte de estar muy curi-osito, es muy mono y cuco, ¿más animalitos? Pues como que no. No more, please. Kuko, kuko, kuko, ku-ko, ku-ko, kuko, ko-ku, ko-ku, ko-ku…Please, no more. Lo siento, a veces me embalo, en una palabra, me traspapelo. Estoy perdida, ¿dónde estaba? ¿qué decía?...¿ Cómo lo estoy haciendo? ¿ No me decís nada los que estáis detrás de la cámara?... Nadie responde, estaré haciéndolo bien, ¿se me entiende?... Nadie responde, trato de vocalizar lo mejor posible, pero como ya dije al faltarme la dentadura, la claridad de mi dicción  puede ponerse en duda… ¿Dónde está la cámara? ¡Ah! ya la veo, enfrente mía, por favor, como ya os dije antes, y perdonad por la insistencia: primeros planos no… ¿De qué estaba hablando? Sí, de mi apartamento, decía que es muy cuco, me apetece pronunciar esta palabra: kukó, kukó, kukó, kukó, kukó, kukó, kukó, kukó, kukó, kukó, ¿a que parezco el cuco de un reloj? Los que estáis ahí detrás acompañadme, es a lo único que os puedo invitar, no tengo nada que ofreceros en mi habitación, venga animaros: kukó, kukó, kukó, kukó, kukó, kukó, kukó, kukó, kukó, kukó…Bueno, veo que me quedo sola en mi intento, ya estoy acostumbrada…Me pondré seria y continuaré… La elección de mi habitación para llevar a cabo esta entrevista, monólogo o como se quiera llamar no ha sido por casualidad, se pudo haber realizado en el patio, la residencia posee un patio amplio con abundantes bancos, es muy soleado, allí nos reunimos todos, damos pequeños paseos y después del “agotamiento físico” enseguida nos sentamos, eso para los que pueden caminar, muchos de los residentes pasan el tiempo sentados con la mirada puesta en el vacío o en las musarañas, musa-arañas, musa-arañas, musa-arañas, musa-arañas, no, no voy a empezar de nuevo con la cantinela… por lo tanto, visto lo visto, el patio es un lugar público y como la proposición se me hizo a mí con la más amplia libertad de elección en todos los aspectos elegí mi habitación, la encuentro más íntima y así, en privado, no me corto, me despacho mejor y a gusto. Sigo sin saber por qué me lo propusieron a mí y no a otro interno, a lo mejor la dirección de la residencia tuvo algo que ver en todo esto, no estoy segura, fuera como fuese, aquí estoy dale que te pego: habla que hablarás. A veces me pregunto por qué renuncié a la comodidad de mi apartamento por venir aquí, he buscado un sinfín de razonamientos y todos me conducen a la misma palabra que unas veces asumo con resignación y otras me aterra el simple hecho de pronunciarla: soledad. La siento, junto con el desamparo, con la misma intensidad que cuando era muy niña, como dije me criaron unos tíos, me educaron y cuidaron de mí como si fuera su hija, mientras vivieron estuve muy vinculada a ellos; el concepto de padre o madre nunca lo experimenté, el simple balbuceo de las palabras: “papá”, “mamá” que en los primeros años de infancia abre las puertas a la facultad del habla nunca lo conocí; una vez que asumí que aquellas dos almas caritativas eran mis tutores, mi desorientación se encarriló y bajo su tutela crecí y maduré, elegí la profesión de enfermera porque había aprendido de ellos la entrega a los demás, elección de la que no me arrepiento; y, sin embargo, con el paso del tiempo, cuando creía superada aquella sensación de extravío vuelve a presentarse ante mí con la misma intensidad de antaño; de muy pequeña miraba hacia atrás, mi curiosidad se veía atraída por mi origen, mi procedencia, mi esencia; no había palabras para expresar aquel gesto, necesitaba años  y experiencia para que surgieran las frases:¿De dónde vengo? ¿Adónde voy? Ahora no miro hacia atrás, miro hacia adelante y me topo con un muro infranqueable, las dos preguntas sin respuestas y envuelta en una desorientación en la que la mujer adulta, orgullosa de una supuesta madurez adquirida por medio de la experiencia, se convierte en una niña desvalida, en la niña desvalida que fui una vez, además, perdida, torpe, disminuida de facultades, aunque intente superarlas, que sólo le falta echarse a llorar a lágrima viva para que alguien venga a socorrerla; pero lo que esa niña-mujer sí sabe es que nadie va a venir en su ayuda; esa niña-mujer, yo, tiene que enfrentarse sola a sus limitaciones, a su destino, a su fin…Decidme algo, ¿estáis captando mi voz y mi imagen perfectamente? Por favor, no me hagáis primeros planos, salgo fatal, las arrugas no perdonan, ¿sigo bien peinada? ¿y mi moño? Sigue en su sitio e integro. Si en mi apartamento gozaba de cierta abundancia y me refiero a ésta en el sentido más amplio del término: mi nevera, a veces se llenaba de caprichos, comía lo que me apetecía, eso sí, todo en pequeñas cantidades y muy blandito; había muebles por todas partes, eso sí, cada uno en su justo lugar; las estanterías de la sala de estar rebosaban de libros de viajes y novelas, eso sí, todos leídos; también tenía mucha música en soportes diferentes: discos, casetes, CDs…eso sí, todos escuchados y bailados, ¡cómo me gustaba bailar! sola o acompañada, tan pronto oía los primeros compases ya me lanzaba y mi cuerpo se llenaba del salero y marcha que me transmitía la música…eso sí, ¿qué?...eso sí ¿qué?...que ahora me he rodeado de una completa austeridad, se puede ver en mi habitación: una cama, una mesilla de noche, un armarito, esta mesa y esta silla en la que estoy sentada y ese sillón y  no describo mi cuarto de baño, que está ahí detrás de esa puerta, porque carece de interés con las piezas básicas para el aseo y el alivio corporal. ¡Quién lo hubiera dicho! ¡He prescindido de casi todo! a mí que me gustaba nadar en la abundancia de lo material; ahora como de lo más frugal, lo que me pongan en el comedor, con tal de que esté bien pasado, no hago ascos a nada; la cantidad de ropa que llenaba mis armarios, para aquí me traje prendas cómodas y este vestido que llevo que lo tengo para las ocasiones y no quiero seguir enumerando porque me convertiría en la historia del despojo. Y el caso es que no echo en falta nada de lo material, puedo vivir sin tantos cachivaches; a nivel físico, sí me encuentro muy disminuida, echo de menos mi vitalidad, por muy brava que me ponga mis limitaciones están ahí, las asumo de malagana, pero es lo que hay. Para franquear ese muro hacia lo desconocido la vida me exige un despojo absoluto de todo lo adquirido, si vine con las manos vacías me voy con ellas también vacías. Y sin embargo, éstas, mis manos, han ayudado a tanta gente, ellas y mi rostro han sabido transmitir, en momentos muy concretos, lo que mis palabras no han podido manifestar, mis sentimientos estaban a su servicio: una sonrisa tranquilizadora, un apretón de manos o simplemente una caricia han dado sosiego en la enfermedad, me siento orgullosa de mi pequeña aportación, es un orgullo sano; nunca he querido restar protagonismo a los médicos, ellos eran ellos y yo soy yo, no sé si se podría decir que ellos llevaban la parte física y yo, en muy pequeña medida, la psíquica…no, así no me gusta cómo está expresado, diría que ellos se dedicaban al cuerpo y yo al alma, bueno, más o menos. He visto tantas heridas abiertas, estuve en un hospital de campaña, mi vida ha dado mucho de sí, por lo tanto experimenté la guerra, es decir, la locura; es decir, la humanidad sangrante; es decir, el desatino entre cielo y tierra; es decir, la aniquilación de la razón. Me indigno cada vez que pienso en ella, fue un capítulo de mi vida al que me entregué de lleno, en mi mente el recuerdo permanece vivo, aunque intento evitarlo, no con intención de borrarlo sino de silenciarlo, en el silencio permanece la vivencia, que asumo como cualquier otra de mi existencia; lo que me asusta es tratar de explicarla porque me topo con la carencia de vocabulario; al expresarme con palabras, éstas se quedan cortas ante el horror, simplemente son unos sonidos fonéticos carentes de significación. Si estuve con la muerte, también  estuve en los albores de la vida, he estado en maternidad, de pensarlo mi rostro se ilumina, aunque no por eso me vayáis a hacer un primer plano, ¡cuántos recién nacidos tuve entre mis brazos! al contemplarlos me invadía una serenidad ante su indefensión, una responsabilidad ante la protección de mi propia especie surgía de mí voluntariamente, tanto la mujer como la enfermera casaban bien. Aparte de atenderlos con cuidados médicos, cuando estaba sola me gustaba cantarles sobre todo cuando estaban inquietos y llorones, al cabo de un rato se tranquilizaban y quedaban dormidos, me alejaba pensando que puede haber otras alternativas en la medicina, curas musicales, por ejemplo, a mí me daba resultado. Mis enfermos siempre han sido muy generosos conmigo, mis cuidados y atenciones fueron correspondidos con halagos a veces desproporcionados; recuerdo en tiempos de guerra un soldado me piropeó y me dijo que era su ángel terrenal, me impactó en aquel momento, minutos después  perdió importancia achacándolo a un “subidón” emotivo, la guerra arrastra a los extremos; hoy lo pienso y lo acepto, ojalá  hubiese sido un ángel terrenal para todos mis enfermos, ¡un ángel terrenal tiene que ser muy humano!. Sentada a esta mesa apoyo mis brazos sobre ella, es decir, mis alas plegadas, me gusta la comparación. No sé por qué,  se me ocurre que como no tengo un cariño directo por parte de nadie lo ando buscando en el recuerdo, esto me reconforta pues fue lo que sembré, a mi edad sólo  se me quiere por lo que soy, no por lo que fui o tengo, el futuro no lo incluyo porque estoy en el límite y no tiene cabida en el presente. Ahí afuera, en el patio o en la sala de estar tengo admiradores por no decir pretendientes, alguno ya se me tiene declarado, pero siempre los esquivo; tengo compañeras de residencia que están “locamente” enamoradas y me alegra de que así sea, mientras piensan en amoríos el vacío afectivo se llena de ilusiones, no le dan vueltas a la cabeza con preguntas trascendentes. A mí hace mucho tiempo que se me pasó el arroz, ya está quemado y sin dentadura no mastico. Y sin embargo, no puedo hacerme la dura, confieso que he tenido un pretendiente muy especial, todavía sigue en la residencia, hubo un momento en que ayudé a las cuidadoras a atenderle, estaba muy enfermo y solo, no sé los motivos, pero su familia hacía tiempo que no lo visitaba, tal vez yo llené aquella ausencia, poco a poco fue mejorando y poco a poco fui retirándome, nos vemos en los lugares comunes, nos saludamos, en su rostro y en su saludo hay un sentimiento muy especial, lo percibo, correspondo y saludo comedidamente, me muestro fría, distante y en el fondo un aire fresco agita mi ánimo, me reprocho esta especie de hipocresía…No sé si lo estoy haciendo bien, nadie dice nada, por lo tanto entiendo que todo marcha correctamente, es decir, que es lo que se esperaba de mí. No sé qué más contar, no he preparado nada, lo expuesto con anterioridad me ha surgido espontáneamente, sin tener nada premeditado, tampoco quiero aburrir, describir con pelos y señales toda mi vida, sería muy largo y tedioso, aunque tengo memoria quedarían muchas lagunas, ésta me falla muchas veces y, además, la vida de una mujer corriente…bueno, no tan corriente, sólo hay una Florita de Saa, Ser, Soldón y Sor, de Asma y Masma, de Eo y Eume, de Ladra, Landro y Lea…etc. Mujer más bañada por ríos creo que no se encuentra. Os voy a echar de menos, es raro, apenas os conozco, os he contado un poco mi vida y ya me parece que sois conocidos de siempre, tampoco sé quién verá este documental, los que estáis ahí detrás lo sabréis, a mí no me importa, me he mostrado tal y como soy, sin nada que ocultar…Un pequeño favor, cuando sea, tomadme un último plano general, bien iluminada, sentada a esta mesa, como os estoy hablando, tened cuidado y ya sabéis que no quiero primeros planos. Creo que hace tiempo que no he hablado tanto y tan seguido, siempre que lo intento me cortan o ponen cara de desinterés, entonces no hace falta que me corten, ya lo hago yo. Mañana, mañana es otro día, no el día de mañana, sencillamente el día siguiente al de hoy, me alegra pensar que tengo un día próximo, después de pasar esta noche ya está ahí esperándome, quiero salir a la calle, a encontrarme con gente, con la vida, con el día a día, a ocupar un lugar en el espacio de los vivos; aquí, aquí, aquí…no. Pero antes tengo que pasar la noche, la noche funesta; me da miedo porque ella me trae el sueño y éste su señuelo, caigo en él y ser consciente de que quizá no despierte, me angustia, me desespero ante la nada. Esta noche va a ser diferente, estoy “mona” y sé que hoy el sueño me va a reconfortar, mañana voy a salir a la calle y hará un día maravilloso…Cuando hayáis terminado y os queráis ir, si estoy dormida, no me despertéis, alejaos poco a poco, sin hacer ruido, que vuestra presencia aquí permanezca como un soplo de aire fresco, que nuestro encuentro haya sido como un punto de comienzo y final de partida… La noche se acerca y con ella el sueño, lo lógico es que me acostase en mi cama, y lo hago, pero cuando me invade el miedo, soy incapaz de echarme y permanecer en posición horizontal; reconozco que descanso, que es la única forma de dar reposo a este cuerpo mío ya de por sí tan agotado, pero la idea a quedarme dormida y no despertar me desmorona; entonces, cruzo mis alas, es decir, mis brazos, sobre la mesa y dejo reposar mi cabeza sobre ellos, sentada, como se me ve ahora es mi posición de descanso o de espera; soy igual que una niña buena que se queda dormidita y esta cansada después de un día de juegos…La noche se acerca y con ella el sueño, voy a liberar mis arrugas, las del cuello, voy a desplegar mi  foulard”, este velo blanco sobre mis hombros y brazos, cubriré mi cabeza con él también, su blancura de nieve ahuyentará el negro azabache de la noche, ésta aporta su silencio y descanso, el descanso eterno; no, no, éste todavía no, esta niñita tiene miedo a la oscuridad, está solita y no tiene a nadie para arrullarla, pero ella es buena y no tiene que temer nada; en voz muy bajita ella se va a cantar, esta nenita siempre ha cantado muy bien, lo va a demostrar, ¡ale! canta en voz bajita: https://www.youtube.com/watch?v=OZmt3rflsTkhttps://www.youtube.com/watch?v=OZmt3rflsTk





Notte, notte funesta,

Che del divino Sole

Con tenebre di duol piangi l’occaso;

Lascia che pianga anch’io,

E con sopor tiranno

Al giusto dolor mio,

Deh non turbar l’affanno.



Ferma l’ali, e su mie lumi

Non volar, o sonno ingrato.

Se presumi,

Asciugarne il mesto pianto,

Lascia pria, che piangan tanto

Quanto sangue ha sparso in fiumi

Il mio Dio per me svenato.

              (Recitativo y aria de Santa María Magdalena

Oratorio para la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo)

Handel





Noche, noche funesta,

Que lloras el ocaso del divino sol con las tinieblas de dolor,

Déjame llorar así,

Y con un sueño tirano

No interrumpas el jadeo

De mi justo dolor.



Pliega las alas, y sobre mis ojos

No vueles, sueño ingrato.

Si presumes,

Enjuga mi triste llanto,

Déjales primero que derramen tantas lágrimas

Como los ríos de sangre vertidos

Por mi Dios muerto por mí.