lunes, 18 de marzo de 2024

VIVO EN MI CANCIÓN




 Cuadros:

“Autorretrato” (1628), Rembrandt van Rjin.

“Desnudo de hombre sentado” (autorretrato), Egon Schiele.

“Cristo muerto sostenido por un ángel”, Antonello de Messina.


Hiob 49-Stephan R. Warnemünde

 

Ich bin der Welt abhanden gekommen, estoy perdido para el mundo, lo he abandonado por voluntad propia, nadie me ha obligado a tomar esta decisión; hacía mucho tiempo que mi mente maquinaba esta desvinculación, pero eran tantos los impedimentos que me sujetaban a mi vida anterior que llegó un momento en el que me dije: hasta aquí llegué; al principio, cuando la idea estaba en ciernes y siempre muy bien acogida desde sus orígenes, temía a no atreverme a dar el paso definitivo hacia una ruptura; me veía muy vinculado a mi mundo, a desdeñar todo aquello que con tanto esfuerzo me había costado sudor y lágrimas; había creado todo un imperio industrial al cual me agarraba porque al tenerlo entre mis manos, al poderlo manejar, el sentido de posesión enardecía mi orgullo, por eso había que tomar con cautela aquella idea, sopesarla, no fuera a ser un desacierto caprichoso que más tarde tuviera que lamentar; desde un principio en mi fuero de la conciencia sabía que no iba a errar, no obstante me di algún tiempo para que éste tanteara tal decisión; a decir verdad fue de lo más sencillo dar el paso, además, me quedé tan pancho. Mi vida anterior se había complicado hasta tal extremo que mis resoluciones no sólo dependían de mí sino de un gran número de consejeros, organismos, técnicas de marketing, modernidades que se me escapaban de las manos y de la mente, aparte de la edad, ya no me veía capacitado para dirigir el tinglado que, sin querer, había surgido de una pequeña industria sin ánimo de grandes expectativas hasta convertirse en la mastodóntica maraña industrial que es hoy en día; se lo he dejado todo a mis hijos, ellos son los que se encargan de dirigirla y por lo que observo lo están haciendo bien, diría que muy bien. Yo soy un hombre de origen humilde, no me las doy de víctima, pero es verdad; de pequeño tuve una preparación muy elemental, tampoco fui un buen alumno, los estudios que adquirí fueron a base de renquear con la mayor parte de las asignaturas en las que, a no ser por el empuje de mis padres, no habría logrado ni un mínimo nivel aceptable. En una palabra: no estaba hecho para los libros, sino para el trabajo; mis hermanos y yo (éramos cuatro varones) salimos adelante gracias a una entrega encomiable por parte de padre y madre, si bien en nuestra familia la economía siempre se mantenía en mínimos, el espíritu de superación sobresalía ante cualquier iniciativa de prosperidad; ninguno de los cuatro hermanos logramos estudios universitarios, el trabajo era nuestra esperanza de vida y con gran tesón todos nos hicimos un hueco en una sociedad exigente que demandaba sacrificio sobre todo para aquél que partía de cero…Ahora que lo pienso el cero nunca me ha abandonado: partí de cero y al cero me dirijo, lo llevo conmigo desde el principio hasta el final, ¿cero con “c” o con “z”? Ahora que lo pronuncio me suena a nota, no a una nota musical, era a la nota escolar que un profesor de matemáticas me concedía en mi época infantil ante el rotundo fracaso de un examen; en voz alta leía las calificaciones: primero era el nombre del alumno, había un silencio y a continuación envuelto en rabia escupía un número: “cero”, nunca lo admití con “c”, siempre pensé que me merecía un cero, pero con “z”:”zero”; ¡cuántos números, cifras millonarias no habré ocasionado con mi entramado industrial!; mis aspiraciones nunca habían sido exorbitantes, quería abrirme camino en la vida creando una empresa familiar para poder llevar una existencia digna tanto para mí como para mi familia, pero no sé cómo el destino o la suerte, tal vez, se extralimitaron conmigo llegando a alcanzar cotas insospechadas de poder y riqueza que en ningún momento tenían hueco en mi mente; en los escasos instantes que mi vida tan atareada concedía a la reflexión, yo mismo me asustaba del potencial adquisitivo que había logrado, rodeándome de un mundo que me parecía impropio de un ser humano debido al exceso, llegando a veces al agobio y al asqueamiento, pero nunca dije nada a mi entorno: veía a mi esposa e hijos contentos, pues a callar, a callar, a callar, a callar…y de tanto callar se fue enquistando una obsesión declinante, de abandono, de saber con certeza que llegaría un día en que pronunciaría unas palabras mágicas: “ ahí os queda todo”, pero ese día aún no estaba fijado, la edad y la experiencia lo marcarían con sencillez, sin pompa, y así es como fue. Mit der ich sonst viele Zeit verdorben, en el que sin embargo malgasté mucho tiempo. No sé por qué le estoy hablando a esta grabadora desde hace un momento, hace tiempo que no hablo, aunque haya abandonado el mundo eso no significa que no desee hablar; ya me he acostumbrado a estar en silencio, ya no me va el hablar por hablar, el hablar para dar órdenes, para dirigir; sin querer y a medida que iba entrando en años he ido cediendo en el cargo de presidente y dando paso a mis hijos que son ahora quienes manejan “el imperio”, me he ido quedando callado porque ya advertía que mi voz, que proyectaba mis ideas, carecía del potencial, del arranque que en un principio poseía, me daba cuenta de que debía transferir a otras voces la mía y casi no hablaba porque no tenía interlocutor; ahora estoy en situación parecida, de esta grabadora sé que no voy a obtener ninguna oposición ante los pareceres que yo exprese; como buena máquina, fiel a los dictámenes de su diseñador, conservará mi habla y en ésta mis últimas palabras, mis sentimientos y ¡cómo no! mi canción. Otra de las grandes sorpresas que me ha dado la vida ahora es la afición a cantar, jamás en mis largos años de existencia había experimentado tal necesidad, porque es una necesidad; supe y sé que siempre he cantado terriblemente mal y lo sigo haciendo, pero me da igual, soy consciente de que  me sienta bien, me tranquiliza; el cantar equilibra mi mundo pasado, presente y futuro: amaina el ímpetu de mi juventud si algo queda, la realidad se muestra tal como es y cubrirá unas carencias futuras propias de la edad avanzada. No me importa si alguien escucha esta grabación en algún tiempo posterior, simplemente estoy hablando y acreditando un momento actual y real de mi vida, no es una confesión tampoco, sencillamente hablo de mí  en mi presente realidad… Vivo en esta pequeña casa rodeada de bosques, la compré hace mucho tiempo cuando aquel hombre emprendedor que yo fui empezaba a adquirir ganancias con sus primeros éxitos empresariales, esto fue mucho antes de que todo se desbocara, mi esposa y yo la habíamos comprado con la idea de pasar fines de semana o algunos días de asueto con nuestros hijos, pero ni la pisamos, surgió la marabunta, aquel emprendedor que se conformaba con la sencillez de logros insignificantes se vio arrastrado por un tinglado empresarial que crecía como la espuma, las pequeñas ilusiones se magnificaron y su esencia primigenia quedó relegada al olvido…Echo tanto de menos a mi esposa Guisande. Estuve tan enamorado de ella y lo sigo estando a pesar de su ausencia. Su fallecimiento hace cinco años me dejo extraviado, con un enorme vacío, ya que lo llenaba todo, su sensibilidad era tan exquisita que aquello que tocaba o decía lo insuflaba con su impronta tan personal, algo muy innato en ella; durante estos cinco años he pensado mucho en nuestra relación; en mis años mozos reconozco que fui un poco cabra loca y algo picaflor, contemplaba la vida en toda su amplitud y esa euforia juvenil y vital me incitaba a poder abarcarlo todo, a desearlo todo e ignoraba lo que era la renuncia; durante este tiempo su ausencia me ha convertido en un hombre más reflexivo y su añoranza no ha sido tan dolorosa porque he aprendido a valorar todo lo que Guisande me aportó; últimamente hay un verbo que asedia mi mente, que surge cuando evoco su recuerdo y es el verbo “pulir”, reconozco que ella me pulió, pulió a aquel hombre que estaba hecho para el trabajo, para lo material, que ignoraba que detrás de toda superficie hay una esencia espiritual que hay que sacar a la luz; a no ser por su sensibilidad seguiría siendo un pobre hombre rico y me habría perdido el gran descubrimiento que enardece el espíritu humano: el arte. Guisande fue la que creó nuestra colección de arte, ni por asomo se me habría ocurrido convertirme en coleccionista, pero el dinero abundaba, había que invertirlo, aunque no creo que éste fuera el móvil principal; era su naturaleza lo que la empujaba a rodearse de lo bello, su sensibilidad se proyectaba hacia un equilibrio con la belleza impuesta por unos cánones sin rechazar el lado oscuro que ésta pueda manifestar; era muy consciente de la época que le había tocado vivir, si al principio nuestras adquisiciones se basaban en obras clásicas, pronto se vieron alteradas con pintura moderna; sabía que eran tiempos convulsos, por lo tanto el arte estaba con ellos, necesitaba adquirir algunas de aquellas pinturas que atestiguasen momentos en los que ella había estado presente, su esfuerzo por mantener en la colección una estética externa sin menospreciar los atrevimientos del arte moderno era muy laudable. Sie hat so lange nichts von mir vernommen, sie mag wohl glauben, ich sei gestorben! ¡Hace tanto que no se habla de mí, que bien puede parecer que estoy muerto!. ¿Cómo descubrí mi canción? Indudablemente a no ser por Guisande, yo, por  mis conocimientos personales me habría sido imposible; hace tiempo vino a buscarme a mis “cuarteles generales” y me dijo que la acompañara, no insinuó el motivo, estaba muy ocupado, pero me lo pidió de tal forma que no pude negarme, delegué en otros mis tareas y  me fui con ella; era una noche de invierno y a pesar del frío fuimos caminando, ambos íbamos muy abrigados y sin embargo sentí la necesidad de cogerla del brazo, de atraerla hacia mí y de formar una única unidad corpórea; durante el trayecto ni por un momento me cuestioné dónde se hallaba nuestra meta, tampoco nos hablamos, rodeados por aquel aire gélido nos mirábamos y sentí que me daba lo mismo el fin que nos aguardaba porque con ella me iría al fin del mundo, ya no era aquel superhombre que los demás veían en mí, era un simple hombre en el que afloraban unos sentimientos de lo más sencillo y conducidos por ella me llenaban de felicidad; y llegamos donde teníamos que llegar, donde Guisande quería llegar, adonde yo no sabía llegar: una sala de conciertos; me dejé llevar por ella porque desconocía el protocolo de un lugar frecuentado por las emociones; mi mundo, o al menos eso era lo que creía, pertenecía a lo material, a lo tangible; las emociones pululaban por un plano superior al cual solamente unos cuantos privilegiados tenían acceso, yo me excluía de ellos y era por ignorancia porque a la larga y gracias a Guisande, descubrí que también tenía un hueco, que detrás de una fachada de prepotencia existía una sensibilidad capaz de experimentar alteraciones anímicas y espirituales innatas en todo ser humano; dejamos nuestros abrigos en el guardarropa, nos entregaron unos programas de mano y tomamos asiento, la sala estaba abarrotada de público, me encontraba como un pez fuera del agua, pero llegó un momento en que sólo tenía ojos para Guisande y el escenario; de repente todo lo que me rodeaba pasó a un segundo plano y la música comenzó; he de decir que al principio me costó mucho entrar en aquel mundo de armonías, me encontraba perdido entre aquellas sonoridades a las que no estaba acostumbrado; a medida que la música seguía su curso me di cuenta de que aquello era otro mundo, el programa que estaban interpretando me era desconocido, eran canciones ejecutadas por un cantante acompañado de orquesta; no era muy entendido, pero lo que allí se interpretaba me llegaba al corazón; no sé lo que me pasó con una de aquellas canciones que me quedé paralizado, me sorprendió de tal manera que era como si llegase a descubrir algo que llevaba tiempo buscando, me sentí desorientado y alcancé la mano de Guisande, estaba como hipnotizada con aquella música, me miró y me sonrió y en su rostro leí una confirmación como diciéndome: aquí tienes tu canción; acepté la idea rápidamente por su brillantez y mi instinto de posesión se agazapó sobre ella, pero al mismo tiempo algo en mi interior me retuvo convenciéndome de que no estaba en mi mundo material donde todo se compra y todo se vende, tendría que conformarme con escucharla y sobre todo con sentirla; desde aquel entonces ha permanecido callada, a la espera de que yo pudiera prestarle atención, de tener el tiempo suficiente para entregarme a ella y ahora, mi momento actual es el idóneo para disfrutarla…sigo preguntándome por qué le hablo a esta grabadora, tal vez porque motiva mi discurso, mi monólogo ¡quién me iba a decir que terminaría hablando solo! ¡Quién me iba a decir que terminaría viviendo solo sin estar rodeado por una corte de aduladores pululando por mi entorno casi las veinticuatro horas del día! ¡Quién me iba a decir que después de haber amasado una fortuna me iba a quedar únicamente con una canción y tres cuadros! ¡Quién me iba a decir que después de vivir en mansiones mi refugio, mi mirada, iba a ser esta pequeña casa rodeada de bosques adquirida por unas ganancias en ciernes que apenas pude disfrutar y que es ahora en mi madurez, más bien diría en mi vejez, cuando le saco partido! ¡Quién  me iba a decir que quedé del asfalto hasta la coronilla y que ahora me paseo por estos bosques como Perico por su casa gozando de la naturaleza durante las diferentes estaciones del año!. Ahora tengo tiempo para todo, no hago grandes cosas, pero me doy cuenta de que soy muy receptivo con los pequeños instantes del día, soy muy consciente de ellos, los saboreo y encuentro que hay vida, que mi vida no sólo estaba formada por la toma de grandes decisiones que, con sus preocupaciones, me alejaban de una pausada reflexión; creo que el auténtico yo se encuentra en mi primera etapa de vida, es decir, mi infancia y mi juventud, porque actuaba tal y como era: no tenía nada que perder, y ahora, porque no tengo nada que ganar, enfoco mi vida y puedo hablar de ella con toda claridad, con la objetividad que me proporciona el tiempo y al no haber intereses de por medio: al pan, pan y al vino, vino; y hablando de vino me apetece una copa, se me seca la boca y es de hablar ¡ojalá lo compartiera con alguien! Aunque siempre puedo brindar por la salud de un futuro oyente; mi otra etapa, la de madurez, la del desenfreno, la del enriquecimiento, la del poderío, la del pudrimiento también…la del pudrerío…creo que me estoy inventando esta palabra, ¿irán ligados ambos conceptos? En muchos casos sí, pero prefiero callarme, pues esa etapa, que ha ocupado la mayor parte de mi existencia, la considero como la del fingimiento, la de la anulación del ser humano en aras del éxito, arrasando con todo lo que se interponía, ciego por llegar a la meta y saciar una sed en un desierto al cual había sido convocado y sin saber quién me había reclamado, ¿mi destino? Quizá; contemplando ese pasado reciente y desde la serenidad que ahora poseo, reconozco que he cometido errores que debería haber enmendado en su momento, que ahora ya no hay remedio, sólo puedo mirar hacia atrás con cierto arrepentimiento, pero sin la efectividad que éste habría causado entonces; a mis hijos les deseo lo mejor, espero que hayan aprendido de los fallos de su padre, en sus manos deposité todo mi “imperio”, que sepan gestionarlo en un mundo tan convulso y que un rayo de humanidad destelle siempre en sus decisiones, se lo dice su padre desde la distancia, desde la experiencia y que si zozobran en algún momento, mantengan el equilibrio y si no es posible, la caída también va implícita en la dignidad humana. Es ist mir auch gar nichts daran gelegen, ob sie mich für gestorben hält, no me importa mucho si paso por muerto; la muerte no me preocupa, es cierto que en algún momento la temía porque creía que todavía no había cumplido con las expectativas de vida que me había marcado; cuando a veces me asedian los miedos, por mucho que me envalentone y convencido de que los había superado, sucumbo ante ellos convirtiéndome en un ser muy frágil y recurro rápidamente a mi canción, me voy a mi dormitorio y contemplo mi “ Cristo muerto” que está situado a los pies de mi cama, canto en voz muy baja y vuelvo la mirada hacia la cabecera donde se encuentra mi “autorretrato” de cuando era joven, poco a poco mi mundo interior se va recomponiendo: con mi pasado a la cabecera, mi yo presente reparándose y mi futuro a los pies, es una conjunción contemplativa de toda una vida armonizada por el susurro de mi canción. Ahora que ha pasado el tiempo reconozco la deuda enorme que tengo aún pendiente con Guisande, ahora me doy cuenta de que me ha dejado preparado para mi limitado futuro, para vivir en soledad, para no sentirme solo acompañado por sus aportaciones espirituales: su amor por la música, por el arte…creo que sentía amor por todo aquello que ennobleciera a cualquier ser cediéndolo desinteresadamente para que los demás pudieran también disfrutar y al mismo tiempo compartir con ella esas elevadas emociones que en común se sienten. Cuando tomé la decisión de abandonar mi mundo, fue una decisión en el sentido más amplio de la palabra, no sólo abandonaba lugares, amistades, costumbres…sino también mis posesiones más materiales y monetarias, ésas de las que el ser humano no se desprende ni hasta en el mismísimo lecho de muerte; cuando dije: “ahí os queda todo” es que allí quedaba todo, bueno, con una pequeña excepción que era mínima ante el enorme capital acumulado; de lo inmaterial me traje mi canción y de lo material tres cuadros pertenecientes a la colección de pintura que Guisande tan inteligentemente había creado y me los traje para esta casa, convivo con ellos, me hacen compañía y en ellos está plasmada en pintura mi biografía; alguien en algún momento me había insinuado y animado a que escribiera mi autobiografía: la vida de un hombre surgido de la nada; ni ayudado ni por propia iniciativa se me hubiese ocurrido plasmar por escrito mi existencia, nunca fui un hombre de letras por lo tanto: zapatero a tus zapatos; yo nunca adquirí esas pinturas, fue ella, Guisande, la encargada de incorporarlas a la colección, fueron de su gusto y del mío también, por qué negarlo, pero nunca encontré un paralelismo entre las tres hasta muy tarde, a medida que pasaba el tiempo había como una narración secreta entre ellas que podría dar paso a la descripción de una vida, de mi vida; a fuerza de contemplarlas en mis escasos ratos de ocio, empezó a existir una identificación subliminal en un principio que poco a poco se fue convirtiendo en un reconocimiento patente de mi persona en aquellas imágenes; por instinto surgió en mí el afán de posesión, pero ya las poseía; pronto reconocí aquel impulso, el mismo que había experimentado en su momento con mi canción y humildemente admití que el secreto no radicaba en la posesión sino en la contemplación; a medida que aquella idea de abandonarlo todo se afianzaba en mi mente, aquellas pinturas, no sé cómo, adquirieron ya un sentido narrativo en el cual mi vida se plasmaba en imágenes y no en palabras, ¡qué mejor síntesis de mi vida que aquellos cuadros!; sobre esto nunca manifesté mi parecer personal, era tan íntimo que no me pareció oportuno darlo a conocer, aunque Guisande sospechaba algo, lo sé, y sin embargo, un profundo silencio cubrió mi particular explicación sobre la simbiosis de aquellas imágenes…esta grabadora es la que desvelará el misterio, si lo hay, a alguien que sienta curiosidad; y hay un tercer cuadro que está colgado en la sala, es más grande y también el más impactante: es el desnudo de un hombre sentado, el que yo sitúo en el periodo intermedio de mi vida, digamos el que representa mi vida activa, productiva, laboral y…enloquecida; ese cuerpo febril, ese ardor por salirse del cuadro y asir los placeres terrenales, comerse el mundo, abrazándolos, ocultando el rostro porque no es necesario mostrarlo debido a la ceguera, solamente basta el cuerpo de líneas cortantes para resquebrajar espacios, para abrirse camino ante las dificultades…así me vi yo y me veo en mi época de esplendor…un hombre de pretensiones muy normales arrastrado por un torbellino de circunstancias favorables a una cima inesperada para mí. No echo de menos mi vida anterior después de haberme despojado de tanta inutilidad, me siento liberado y aliviado de una carga cuyo sobrepeso ya a mi edad no soportaba, ¿qué hago ahora? Pues una vez pasadas las prisas, los agobios, los insomnios causados por las responsabilidades…prácticamente puedo decir que no hago nada, nada de lo que hacía con anterioridad, nada lucrativo de donde se sacara una productividad económica, ahora me dedico a la reflexión, a la contemplación, a analizar lo que antes no podía por falta de tiempo o por falta de ganas debido al agotamiento; creo que es un lujo, aunque alguien piense que es una pérdida de tiempo, ¡allá cada cual! , por primera vez tengo la oportunidad de darme cuenta de que vivo, de disfrutar de mis escasas posesiones y de mis múltiples reflexiones y observaciones. Cuando paseo por estos bosques contemplo la cambiante naturaleza con el paso de las estaciones, y canto, y canto  mi canción en voz muy baja, no quiero molestar el gorjeo de los pájaros ni el roce de las hojas agitadas por un aire ligero, ¡hay tanta sutileza en esos sonidos! Y entre ellos también incluyo mi canción; me siento bien en este entorno y sobre todo paz y silencio, de los que siempre anduve escaso durante parte de mi vida; hoy en día, ésta se encuentra llena de rutina, lo sé, pero al menos noto que respiro, que dispongo de tiempo para valorar una existencia que daba por asumida y no requería atención; cuando camino capto el crujir de las hojas secas bajo mis pies que mullen mis pasos, palpo los troncos de los árboles que encuentro en mis caminatas y en ellos su rugosidad, su aspereza o la etérea suavidad que me transmiten…y así me eternizaría contando mis pequeños descubrimientos que para mí tienen tanta importancia como cualquier logro de mi etapa anterior. Nunca olvidaré el día en el que reuní a mis hijos para darles la gran noticia: “ahí os queda todo”, el silencio se tiñó de sorpresa, sus rostros quedaron perplejos y hubo un rápido intento para que sopesara mi decisión, pero en seguida observaron en mi rostro que no iba a revocar; una vez asumida la noticia, les comuniqué que lo único que me iba a llevar eran tres cuadros, no se opusieron en absoluto, de hecho ellos se ofrecieron a su transporte y aquí me los trajeron. Ich kann auch gar nichts sagen dagegen, denn wirklich bin ich gestorben, gestorben der Welt, de ningún modo puedo además decir nada en contra, pues realmente estoy muerto para el mundo. Los coloqué instintivamente, después observé que estaban en el lugar idóneo: el pequeño autorretrato que me mira desde la cabecera de la cama está en penumbra, pero esa mancha de luz que destaca en parte de su mejilla y cuello es como el inicio del alba que más tarde iluminará todo el rostro con su claridad dejando atrás una juventud que despuntará hacia la madurez; lo contemplo y me contempla y casi no me reconozco porque ha transcurrido tanto tiempo que éste parece haber difuminado un pasado remoto que, sin embargo, aunque parezca mentira, permanece en mí; aún conservo algo de aquel joven que se interesa por la vida, por conocer, por descubrir aspectos de una existencia en donde la curiosidad se encuentra a sus anchas, si bien con cierto sosiego y con las pautas que impone la edad adulta; y a los pies de mi cama cuelga ese Cristo muerto, augura un futuro en el cual nunca había pensado detenidamente, me parecía lejano debido a la vida tan atareada que había llevado, ni un momento de reflexión dedicado a un final que portaba conmigo desde mi nacimiento; cuando despierto contemplo ambas pinturas e ingenuamente pienso que forman parte de mi cabeza y pies, me levanto y me dirijo a la sala y allí cuelga el otro cuadro, la parte que faltaba para contemplar mi rompecabezas y de esa situación siempre surgen unas preguntas: ¿por qué a veces me siento tan simple y otras tan complicado? ¿por qué a veces me siento tan quebradizo y otras tan, tan, tan…robustecido? ¿qué me ha enseñado la vida? ¿a cantar, tal vez? Ojalá, canto mi canción y hasta para eso lo hago mal; tengo la sensación de que nunca he aprendido nada correctamente, perfectamente, de que el azar ha movido mi vida a su capricho y cuando ponía empeño en conseguir cierta perfección, éste me sacudía y me apartaba de mis buenas intenciones; en fin, canto lo mejor que puedo, que para mí en este campo ya es un auténtico logro, canto para mis adentros y si me siento inspirado, cuando paseo por los bosques, también animo el ambiente, aporto mi granito de arena, claro está, no me puedo comparar con el canto de los pájaros…y un secreto, cuando estoy tan motivado, hasta me abrazo a los árboles porque necesito abrazarlos, porque necesito abrazar a alguien, porque a quien abrazaba ya no está, porque necesito ahuyentar de mi interior la sensación de soledad y sé que ellos me entienden porque en su silencio mi canción crece, se hace importante y yo también a pesar de la mala interpretación…muy poco más tengo que contar a esta grabadora, mi mundo se ha reducido por voluntad propia, de aquel potentado ya sólo queda su sombra y me basta, por lo tanto debo concluir mi canción antes de apagar este artilugio: Ich bin gestorben dem Weltgetümmel und ruh’ in einem stillen Gebiet! Ich leb’ allein in meinem Himmel, in meinem Lieben, in meinem Lieben, in meinem Lied, estoy muerto para el tumulto del mundo y reposo en un tranquilo rincón. Vivo solitario en mi cielo, en mi amor, en mi canción…¡Clic!.Gustav Mahler - "Ich bin der Welt abhanden gekommen" (Rückert) - Fischer-Dieskau (youtube.com)

 

Ich bin der Welt abhanden gekommen,

mit der ich sonst viele Zeit verdorben;

sie hat so lange nichts von mir vernommen,

sie mag wohl glauben, ich sei gestorben!

Es ist mir auch gar nichts daran gelegen,

ob sie mich für gestorben hält.

Ich kann auch gar nichts sagen dagegen,

denn wirklich bin ich gestorben, gestorben der Welt.

Ich bin gestorben dem Weltgetümmel

und ruh’ in einem stillen Gebiet.

Ich leb’ allein in meinem Himmel,

in meinem Lieben, in meinem Lieben, in meinem Lied.

           Ich bin der Welt abhanden gekommen

                 Rückert-Lieder, G. Mahler.

 

Estoy perdido para el mundo,

en el que sin embargo malgasté mucho tiempo;

¡hace tanto que no se ha hablado de mí,

que bien puede parecer que estoy muerto!

No me importa mucho

si paso por muerto.

De ningún modo puedo además decir nada en contra,

pues realmente estoy muerto para el mundo.

Estoy muerto para el tumulto del mundo

y reposo en un tranquilo rincón.

Vivo solitario en mi cielo,

en mi amor, en mi canción.

          Traducción de Fernando Pérez Cárceles         

 

 

martes, 10 de octubre de 2023

SENTO...


                                                            

                                                  

                                        

                                          État d'âme// Cynthia Evers           


 Mi niño, mi niño, mi niño...levántame este velo negro que cubre mi rostro; ya ha amanecido y quiero contemplar el mundo en toda su dimensión, en plenitud de vida; la noche ha quedado atrás, sólo me sirve de reposo; mis sueños, mis ilusiones, mis pesadillas, los llevo a cabo durante el día, enfrentándome cara a cara con la luz que irradia el sol; quítame también esta manta que me abrigó en mis horas de descanso; deseo lucir este vestido estampado de flores de colores chillones con fondo verde fosforito, sobre él destaca una vegetación en plena floración, como yo, así soy yo, una eclosión de sentimientos, de deseos que parecen increíbles en una mujer de mi edad, porque yo soy  muy mayor, muy mayor y sin embargo, necesito ser un reclamo, una atracción para esa vida que a veces siento que se me escapa, pero siempre con la firme convicción de que cada día me gano su interés porque la provoco y con esa incitación logro rememorar mi existencia con todos sus aciertos y desaciertos…más bien batacazos, algunos muy sonados. Me paso los días sentada en esta sillita, estoy cómoda en ella, me mantiene erguida, eso es lo que quiero; me presenta al mundo como una espectadora, lo contemplo pasar ante mí a una velocidad a la que soy incapaz de incorporarme, pero eso no me limita a que no pueda sentir, a que no pueda desear. Aunque mi movilidad no me permita la agilidad necesaria, mi mente está en plena ebullición; sé que físicamente puedo engañar, la edad ha deteriorado mi aspecto, pero cierta coquetería innata hace restituir los descalabros del tiempo; poseo un movimiento constante de labios y manos: mis labios muestran un temblor mimético a expresar palabras, pero carentes de sonido y sentido y mis manos temblequean incesantemente; he llegado a la conclusión de que mi mente necesita exteriorizar de algún modo toda su vitalidad y no pudiendo por medio del habla ha elegido esas dos partes de mi cuerpo: por mi boca los hechos y por mis manos las acciones. Creo que soy como una mudita y que también mi cuerpo ha envejecido más que mi mente, pero todas estas suposiciones no son más que devaneos a los que una llega cuando ese negro velo está bajado…Mi niño, mi niño, mi niño, gracias por subirme el velo y quitarme la manta. Estoy cómoda sentada en mi sillita, no debería usar ese diminutivo ya que es toda una gran silla, hasta tal punto que me cuelgan las piernas, cuando me levanto debo tener cuidado y tantear el suelo; es el cariño que le tengo, a no ser por ella, el contemplar el mundo de pie me sería imposible. La verticalidad me asusta y la horizontalidad me horroriza; cuando me veo postrada en una cama experimento malos presagios: es la posición del sueño eterno y yo de eso nada porque aún estoy muy despierta, aunque no lo aparente; soy diminuta y frágil, mi apariencia es quebradiza y con la edad todavía más; mis años no los voy a decir, sería una afrenta a mi coquetería; mi falta de movilidad y mis tembleques me sujetan y me impiden un desenvolvimiento que otras mujeres a mi edad poseen: admiro su garbeo al caminar, ese desenfado de su cuerpo que transmite voluptuosidad y eso me lleva a mis años mozos, ellas aún conservan esa chispa de juventud, yo también la conservo y es mi mente la encargada de reavivar esas sensaciones de antaño; si mi cuerpo no es un exponente fiel de mis vivencias, mi mente está en plena forma y recuerda y juzga con la objetividad que proporciona la experiencia; carezco de habla, pero mis labios en ese movimiento perpetuo y penoso por vocalizar, por intentar exponer lo que mi mente les dicta son el reflejo claro de que todavía queda algo de aquella vitalidad de la joven que fui en su día; ¿y mis manos? ¿quién se atreve a hablar de mis manos? Han perdido la capacidad de asir, de agarrotar con fuerza la codicia, pero en su lugar han aprendido a gesticular torpemente deseos y sobre todo a acariciar…Mi niño, mi niño, mi niño, me he olvidado de ti, pero sólo ha sido un momento, ¡cómo me iba a olvidar de ti, si tú eres quien me cuida! Estás siempre a mi lado, me das de comer y beber, me das la mano y me sirves de apoyo en nuestros cortos paseos, me abrigas y me desabrigas según la estación del año, me subes o bajas este negro velo que despeja o cubre mi rostro, con tu presencia infantil me procuras la alegría y la espontaneidad de la inocencia, con toda paciencia limpias las comisuras de mis labios en donde se acumula una saliva que intenta lubricar unas palabras impronunciables, y mis ojos, también mis ojos que al despertar y abrirlos poseen una adherencia pegadiza, un impedimento a ver el día y tú con tanto esmero pasas un paño húmedo sobre ellos y de repente absorbo toda la energía de esa claridad, toda la magia que a mis años puede depararme una nueva jornada…Quiero que juegues, que rías, que tengas amigos de tu edad, quiero todo lo mejor para ti, quiero también que te olvides de mí, sí, olvídate de mí, de esta anciana que hay momentos que para lo único que sirve es para incordiar, te importuno porque te necesito, porque mis limitaciones son muchas y tengo que depender de alguien y sé que tú eres mi mejor cuidador, te veo siempre pendiente de mí, desconozco quién te habrá asignado tal tarea, pero bendito sea…pero vete, vete, vete, vete, juega, juega, juega, juega, ríe, ríe, ríe, ríe y no pares de reír, olvídate de mí, olvídate de mí, olvídate de mí, nada te ata a mí, ni somos familiares, carecemos de vínculos, somos dos desconocidos y juraría que para el mundo ni contamos; toda esta muchedumbre que desfila ante nuestra mirada ni advierte nuestra presencia, va tan absorta en sus pensamientos, en la cotidianidad, que es incapaz de prestar atención a su parte más frágil, porque mi niño: tú y yo somos su debilidad, pero cuidado, esta palabra tiene un contrasentido: por ti se puede sentir debilidad, pero yo desprendo debilidad; el mundo está hecho para los fuertes, al menos siempre es lo que he oído, pero mi experiencia me dice que está hecho para sentir, para desear a pesar del dolor que a veces subyace en los sentimientos. Mi niño, de mí poco puedes aprender y heredar porque si tuviese posesiones para ti serían todas; de mi paso por la vida activa pocas riquezas he podido almacenar, cuando a mis  manos llegó algún dinero, no me preguntes cómo, se me fue con la misma rapidez como vino: el amor, siempre el amor, pero no lo culpo, tal vez cuando me enamoré no fue del hombre adecuado, no lo lamento, sentí el amor en su doble vertiente: su cara y su cruz…Mi niño, mi niño, mi niño, eres mi lazarillo, no te puedes imaginar lo protegida que me siento cuando me das la mano; en nuestros cortos paseos me guías por la senda segura, si me tambaleo me equilibras y haces que la tierra que piso posea un firme tan compacto que evita que ésta me trague envuelta en mis recuerdos más dolorosos; tampoco se me olvidan esos momentos en los que estás jugando y de repente lo abandonas todo, te acercas a mí y acaricias mi rostro y mis manos temblorosas, y te vuelves de nuevo a tus juegos con la misma rapidez con la que viniste; ese tacto me despierta de mi ensimismamiento y me aparta de esos parajes por donde deambula mi mente, entre la ensoñación y la adversidad, y me devuelve a una realidad que recibo con júbilo porque sé que has sido tú, ha sido tu mano la encargada de sacarme de mis tinieblas; ¡ah! se me olvidaba, me das tan bien de comer, agradezco tu paciencia, cuando llevas la cuchara a mi boca, pones tanto cuidado en no verterla y no mancharme; a veces es difícil acertar, mis labios están en constante movimiento, pero yo lo intento y tú lo intentas y siempre salimos victoriosos; no debería comer tanto, así de claro, siempre estoy sentada y apenas hago ejercicio, sé que tus intenciones son buenas, quieres que esté alimentada, pero con frecuencia me siento como embutida, a mi edad no es necesaria una sobrealimentación, yo ahora estoy para cosas ligeritas: un yogurcito, una galletita, una manzanita y ¡ale! ya voy despachada…Mi niño, mi niño, mi niño, que el que tiene que comer eres tú, estás creciendo, tienes que alimentarte adecuadamente para estar preparado para todos los estirones que te aguardan, tú crecerás y yo menguaré, es ley de vida; por lo que a mí concierne espero que ya haya llegado a un tope porque si no me quedaré en nada. Aunque no me quede mucho, de por vida te estaré agradecida porque aparte de cubrir mis necesidades más básicas, también mi niño sabe cumplir mis pequeños caprichos, no sé cómo se enteró, pero se enteró de que por la mañana, cuando me enfrento al mundo y despejo el rostro de mi negro velo me complace de que éste luzca en todo su esplendor, claro está dentro de las posibilidades de la edad, y mi niño me pinta los labios de rojo sangre y las cejas de negro carbón, no puedo objetar el resultado porque sus intenciones son buenas y mi opinión sobre mi apariencia, mi coquetería se encarga de ahogarlas en el pozo de la desilusión, pero yo agradecida igualmente, y para constatar el trabajo “bien hecho” mi niño me trae un espejo para que me contemple, si bien al principio recibo un impacto porque mis cánones de belleza siguen siendo muy clásicos, después me convenzo de que mi rostro pertenece a uno de esos retratos expresionistas en los que las facciones se dilatan y el pincel del pintor transmite unos impulsos eléctricos sobre la tela en donde se plasma el estado anímico del artista; y termino creyéndome la modelo ideal, y para colmo me trago que el adefesio que se enmarca en el espejo es la representación de un movimiento pictórico…estoy segura de que mi niño tiene madera de artista…Mi niño, mi niño, mi niño, vete a jugar, juega hasta que te canses y olvídate de mí, poco puedo aportar a tu vida: penurias, tú tienes toda una vida por delante, yo para ti seré uno de los miles de encuentros y, que con el paso del tiempo, me evanesceré en el recuerdo, pero no te olvides de que fui tu primera modelo “expresionista”…te deseo toda la suerte del mundo y en esa suerte no incluyo triunfos ni riquezas, más bien diría: siente, o lo que equivaldría a suerte=siente. Pero no te vayas, de algún modo te estoy empujando al mundo, a tu mundo; te estoy mintiendo, en el fondo quiero que te quedes porque eres el único ser que aún me mantiene en la realidad; al  mirarte siento deseos de vivir, en ti veo continuidad de vida, cuando ésta se presenta en toda su plenitud no existen las tinieblas, por eso yo en las mías tengo que buscar la luz y me convierto en un reclamo del color porque el día lo expande por doquier…soy como una esponja que absorbe todo el líquido; yo engaño, quien no me conozca y juzgue solamente por mi aspecto físico diría que estoy decrépita, y es cierto, no obstante mi mente está en plena lucidez, discierne con claridad mis actos, soy capaz de analizar cualquier aspecto de mi vida con la frialdad que exige a veces la verdad…Mi niño, mi niño, mi niño, ¿dónde estás? No te veo, no te vayas muy lejos, bueno sí, vete lejos, bueno no, no te vayas muy lejos, bueno sí, vete lejos, bueno no, no te vayas muy lejos…en una palabra y sin más dubitaciones, quédate cerquita de  mí. ¡Ay mi vida, mi vida! ¡Qué pronto ha pasado! y otras veces pienso que se ha alargado demasiado, para lo bueno ha sido corta, para lo malo suficiente; mirándola desde la distancia siempre he gozado de buena salud, mi situación económica ha estado oscilando, eso sí, nunca he pasado necesidad; he tenido buenos amigos, pero nunca he tenido hijos, nunca los he echado en falta, quizá mi espíritu maternal  quedaba relegado a un segundo plano cuando me entregaba al amor; tal vez ahora este niño que pulula a mi alrededor haya despertado en mí no un instinto materno, sino una protección y cariño hacia él propios de una abuela, es posible; en resumen y en pocas palabras recurriendo a aquello de salud, dinero y amor diría: salud=bien, dinero=comme ci, comme ça, y amor=merde; me gustaría emplear otro término, pero en el amor la he cagado, así de claro; no he sido nunca muy enamoradiza, pero las pocas veces que me ha pasado han sido nefastas; me había entregado a él en cuerpo y alma, apasionadamente y me daba cuenta de que eso no era normal, de que la forma en la que lo enfocaba no pertenecía al mundo real, sino al literario u operístico; siempre había tenido mis heroínas en ambos mundos, las había admirado y compartido con ellas sus destinos fatales, pero yo me creía que iba a ser una excepción y que el final no iba a ser tan trágico; mira por dónde el castigo se cernió sobre mí y me vi como alguna de ellas engañada y en otra ocasión, por rencillas entre familias, apartada del ser amado; me repetí cientos de veces que no me había enamorado de los hombres adecuados, intenté razonarlo, pero el amor no sabe de leyes y es inútil ponerle vallas, así que aquí estoy como una heroína desgraciada de ópera inmolándome cada vez que rememoro ese inmenso amor, que para colmo no fue uno, sino dos, que para colmo aún sigo queriéndolos, que para colmo siempre hay tontos en este mundo, en mi caso tonta que…que… que…ma io sento, io sento, io sento, io sento, io sento…¡qué le voy a hacer!...Mi niño, mi niño, mi niño, ¿dónde estás? El velo, este negro velo parece que quiere cubrirme el rostro y volverme a mis tinieblas, no lo permitas…ya no te da tiempo, es igual, estarás jugando, sigue en tu mundo porque en el mío se ha bajado el telón:(31) Maria de Rudenz, Act 3: "Al misfatto enorme e rio" (Maria de Rudenz, Matilde de Wolff,... - YouTube

-Al misfatto enorme e rio           - Fui arrastrada a cometer

trascinata fui pel crine…              un gran crimen…

Non ha legge, né confine             El amor ultrajado no conoce ley

oltraggiato, immenso amor.          ni límites.

Quest’ingrato, l’onor mio            Este ingrato cubrió

ricovri di negro velo…                con un negro velo mi honor…

Ei m’ha tolto vita…e cielo…       Él me ha quitado la vida…y la

                                                    felicidad…

Quest’ingrato …io lo amo ancor! Pero a este ingrato…¡lo amo

                                                    todavía!

………………..                           ………………………

No…….                                       No…………

………………..                           …………………

Or m’aspetta infame tomba           Ahora me espera una infame                            

                                                      tumba

senza prece…e senza pianto…      sin oraciones…y sin llantos…

fra i mortali…tu soltanto              entre los mortales…tú eres el

                                                     único que quedas

resti…a spargerla d’un fior…       para llevarme una flor…

Io già manco!...In sen mi piomba ¡Desfallezco¡…Pierdo el

                                                      sentido

Della norte orrendo il gelo!           ¡Me horroriza el frío de la

                                                    muerte!...

 Mi togliesti vita…e cielo!           Me quitaste la vida… ¡y la

                                                    felicidad!

Ti perdono…e…t’amo…            Te perdono…y…te amo…

ancor…                                       todavía….

(Escena final de María de Rudenz- Donizetti)

No sé si cada vez que me canto esto en voz muy baja me sirve de liberación o me enveneno más de rabia, no obstante el tiempo ha sabido apaciguarla; no niego que en su momento me haya enervado y sacado de mis casillas; ahora lo asumo y para colmo de males le digo: ti perdono…e…t’amo…ancor…¡Mira que hay que estar alelada!...ti perdono…e…t’amo…ancor…Lo que decía antes: ma io sento, io sento, io sento, io sento, io sento, io sento…No tengo remedio…Mi niño, mi niño, mi niño ¿dónde estás? Ven rápido y levántame este negro velo que cubre mi rostro; ya está bien de tinieblas, necesito ver la luz del día y caminar un poquito, así también espabilo mi ánimo y activo  mis piernas…ya te estoy exigiendo, pero bien sabes que si no es a ti ¿a quién voy a pedir ayuda?       En estos momentos estoy entumecida de cuerpo y mente, cada vez que entro en trance, por llamarlo de alguna manera a esto mío, me quedo sin fuerzas, es tanta la entrega a lo que canto y a lo que rememoro que, como persona, quedo anulada por el potencial de sensaciones que experimento; de paso aprovecho y voy a hacer un pis; es necesario soltar lastre que de un modo u otro se acumula en el cuerpo. Hace tiempo que no pronuncio el nombre de mis dos grandes amores, sería personificarlos, darles una apariencia sería como tenerlos presentes, creo que es mejor que se mantengan en el recuerdo y que conserve solamente el sentimiento que tuve hacia ellos, sería como quedarme con su esencia y eso es lo que hago…Ya estás aquí, mi niño, llévame a dar una vueltecilla, voy a bajar con cuidado de mi silla, dame la mano, así, despacito, caminando a tu lado; me sorprende la gente que nos cruzamos, ¡qué atareada anda!, arrímate hacia un lado porque veo que somos un estorbo e impedimos la fluidez de su marcha, nosotros a nuestro ritmo y sin embargo me gusta estar  metida en este torbellino que me trasmite vitalidad; mi niño, ¡qué hermosa es la vida a pesar de los pesares!,sobre todo cuando captas esos instantes que parecen estar vacíos, pero que, si te paras un poco, desprenden una valoración de las pequeñas cosas, lo insignificante se magnifica y te das cuenta de que la vida está llena de esos miles y miles de instantes que se nos escapan de las manos sin poderlos saborear; tú y yo ahora, el hecho de que me acompañes, de que me des la mano y me guíes, algo tan simple, me llena de satisfacción; no sé lo que podrás opinar, pero yo te soy sincera…Empiezo a cansarme, quiero hacer pis y después me vuelvo a mi sillita…Al fin estoy sentada otra vez, este cuerpo ya no da para muchos esfuerzos, yo tengo mis años y esta posición sedente me es la ideal, más ideal sería si me echara en cama, pero eso no, no y no, me niego rotundamente. Muchas gracias mi niño por tu ayuda, ahora vete a jugar y déjame sola, tengo que asumir mi soledad; sé que puedo contar contigo, pero no a todas horas, no es mi deseo marearte, no soy de las que le gusta abusar de la buena voluntad del prójimo y sin embargo mis limitaciones me obligan a incumplir esta norma, seguiré solicitando tus cuidados. Me encanta esta brisa que corre, refresca mis pensamientos; en general me gusta valorar cualquier alteración del tiempo, sus inclemencias puedo compararlas con mis estados de ánimo, unas veces más sosegados, otros más agitados; me sosiego cuando intento hacer una valoración positiva de los acontecimientos, aunque no lo fueran; si pienso en la cantidad de mundo que recorrí y en todas sus gentes, mi pecho se hincha de alegría, el poder que en algunos momentos tuve y que el destino me marcó, aunque no fuera mi intención el poseerlo…y así estaría contando mi vida a base de grandes y pequeños acontecimientos que con la distancia y el tiempo perderían su negatividad en el caso de que la tuvieran; me canso y no es porque hable, mi boca está seca y no es porque hable, es ese movimiento constante de  mis labios en su intento por expresarme, por articular unos sonidos que se diluyen en una saliva que se acumula en la comisura de los labios; me agito al pensar en mis dos amores; toda la entrega que puse en ellos y ambos estaban abocados a un trágico final; mira que me costaron lágrimas y empeño y no hubo manera, el caso es que sentí y deseé, valoro por igual el éxito y el fracaso, eso me envalentona y prometo que la próxima vez que este negro velo trate de cubrir mi rostro y volverme a mis tinieblas, no voy a permitírselo; me enfrentaré cara a cara con la realidad. A mi niño lo oigo reír, debe estar jugando con sus amigos por aquí cerca; adoro la risa de los niños, es tan limpia, a veces tan contagiosa que dan ganas de compartirla….Me siento serena, hasta diría que me apetece cantar; durante el canto libero mis tinieblas, éstas se hacen más soportables a través de la melodía y voy a cantar, pero este negro velo no va a cubrir mi rostro, ya no; quiero que la luz del sol ciegue mis ojos y que su calidez temple el sentimiento con el que canto porque yo siento, yo siento, yo siento, yo siento, yo siento…io sento, io sento, io sento, io sento…Mi niño no te olvides: “senti”.(31) Orazi e Curiazi, Act 3: "Sento ... l'estremo ... anelito! ... " (Camilla, All, Orazio) - YouTube

Sento…l’estremo…anelito!...

i nai…m’adombra…un…velo!...

A te perdono…Orazio…

Roma, perdoni…a me…

Mio ben…ti seguo…attendimi…

ah! Non mentiva il cielo!...

Ecco…gli dei m’uniscono

eternamente…a…te!

(Escena final de Orazi e Curiazi- Camilla- S. Mercadante)

Siento…¡con todo mi anhelo!

¡la cólera …me cubre…con…un velo!...

Te  perdono…Horacio…

Roma, perdóname…

Mi bien…te sigo…espérame…

¡Ah! El cielo no mentía…

Aquí…¡los dioses me unen

eternamente…a…ti!

 

                                                   




lunes, 20 de febrero de 2023

LA MARCHA DE LOS ÁNGELES

 


                           

La montaña // Dan Casado

                                                   

                    Marchas de la muerte (yadvashem.org) 

  Por fin tengo un momento de reposo; nunca es a una hora señalada, depende del ajetreo del día, pero la mayoría de las veces es de noche, de once a una, despido un día y recibo la llegada del nuevo; la despedida es amarga, no existe añoranza por él, existe desesperación; fue un día vivido en el desconcierto, en una marcha perseverante sin rumbo, sin sentido, sin una meta que alcanzar, dando tumbos, siempre chocando contra estorbos imprevistos, dificultades que, a no ser por unos actos reflejos que las penurias agudizan, nunca se superarían. ¿Cómo despedirme del día transcurrido? No mirándolo, volviendo la cara hacia el frente y topándome con el nuevo que será más de lo mismo: una sucesión de calamidades que hay que vencer y todo por el amor a la vida, una vida, aunque agonizante, en su lucha por fastidiar a la muerte. Vengo de la muerte y sigo rodeada de ella; es una peste que se ha desencadenado por todo un continente; creía que con la paz, ésta desaparecería, volvería a su lugar de origen: la guerra; las dos hacen buenas migas, son amigas íntimas, inseparables, y sin embargo, continúa arrastrándose, entrometiéndose en la misma existencia de unos supervivientes que casi no pueden mantenerse erguidos, que sólo su espíritu de lucha empuja a dar unos pasos en una marcha perpetua hacia lo desconocido; lo importante es huir, cuanto más lejos mejor; dejar atrás el horror, lo inenarrable y con la distancia crear un pacto de silencio; pero la cruda experiencia y la realidad saltan a la vista; los supervivientes formamos parte de la estética de la guerra, somos su secuela. La posguerra y su realidad continuarán llevando tras sí las calamidades de su predecesora. Preguerra, guerra, posguerra. Preguerra, guerra, posguerra.  Pregüerra, güerra, posgüerra. Pregüerra, güerra, posgüerra. Preguarra, guarra, posguarra. Preguarra, guarra, posguarra… Hace una noche estrellada, hay silencio por doquier, pero hace fresco; mis ángeles están arropados, envueltos en sus mantas, entregados a un sueño reparador de hambre y agotamiento. Estoy sentada en el suelo apoyando la espalda contra la pared de este cobertizo semiderruido que en tiempos de bonanza albergaría a personas o animales lustrosos que tan pronto uno los veía irradiaban abundancia, bienestar; estoy rodeada de campos áridos por donde hace años la azada no ha pasado, solamente la guerra y eso quiere decir destrucción; todavía quedan huellas sobre el terreno del paso de soldados, carros de combate, tanques que con la furia que portaban la hundían sobre los campos fértiles que pisaban. El paisaje también quedó agotado; estas extensiones llegan hasta el infinito, ya no marcan propiedades, todo es una misma llanura que libremente se puede atravesar y acortar camino en busca de una meta, que no es mi caso porque la desconozco, pero todos los que andamos en estas marchas nos ilusiona la idea de encontrar en alguna parte lo perdido, lo añorado, en una palabra, lo imposible. Para poder seguir viviendo habría que rehacer la vida, cimentándola en lo bueno y en lo malo del pasado y con la esperanza puesta en el futuro. Esto sería lo ideal; mis intenciones son buenas, mis palabras convincentes, pero me falta la ilusión, la fuerza para llevarlas a la práctica; la guerra, el internamiento en el campo, las experiencias vividas han absorbido las sublimaciones que había depositado en el ser humano y de la noche a la mañana todo se ha desplomado. Sin querer, una joven de clase media acomodada, educada y con estudios cuya vida se le había presentado sonriente y en donde las dificultades, siempre solucionadas por sus padres, le habían resbalado, se encontró de repente metida en un torbellino del que le fue imposible salir; esa soy yo. No me reconozco, después de las experiencias vividas me he envalentonado, a veces me he vuelto más… ¿cómo diría? Más salvaje, sí, sí, más salvaje; no actúo según unos códigos preestablecidos de conducta, ésos han quedado anclados en un tiempo pretérito en el que el mundo razonaba bajo la sensatez  y el respeto a los demás; ahora el instinto de supervivencia me hace reaccionar bruscamente, sin consideraciones hacia quién sea; lo importante es lograr el objetivo cueste lo que cueste, depredar, esa es la palabra, emplear uñas y dientes para conseguir la presa y aplacar el hambre con tal de sobrevivir. Vivo el presente con todos sus avatares, que no son pocos; trato de llegar al final del día viva, ¿los medios para lograrlo? No me importan; no me puedo desmoronar, no sólo por mí sino por mis ángeles que tengo que sacar adelante sea como sea, ellos son el futuro; los bichos pertenecen a ese pasado no muy lejano en el que imperaban, dominaban, aniquilaban hasta que devaluaban al ser humano convirtiéndolo en cenizas. Si avivo los recuerdos, envenenan mi presente, ralentizan mi buena voluntad; debo intentar dejarlos aparcados en alguna parte de mi memoria, no anularlos pero sí que reposen y que el paso del tiempo los suavice, cosa que dudo…Fui maestra, no por mucho tiempo, cuatro años; cuando terminé mis estudios pronto me puse a ejercer; me sentía ilusionada, adulta; el hecho de abandonar los libros, los exámenes, los cuales siempre había asociado a una etapa de transición en la que una vez superada uno ya se convierte en persona responsable, en la que el trabajo aportaba una independencia económica, eso me parecía el alabar a Dios… Hubiera necesitado más experiencia en el campo educativo; a veces a mis ángeles no los entiendo, aparecen y desaparecen, vienen y se van, algunos se quedan conmigo, a otros no los vuelvo a ver más; me gustaría retenerlos hasta que ellos se encauzaran, pero la guerra ha abierto unos caminos intransitables, sin demarcaciones, es decir, que cada cual puede caminar por donde le plazca y así señalar el suyo propio. Hacía tiempo que apenas tenía un momento para estar conmigo misma; quizá la noche estrellada y el silencio me ayuden a centrarme porque mi cabeza está llena de ruidos de todas clases y no agradables: los bichos nos voceaban en el campo, los estruendos de la guerra, que si venían con cierta proximidad, enervaban al más tranquilo y siempre un zumbido de fondo que, daba lo mismo que fuera de día o de noche, se había introducido en la cabeza para obsesionar y torturar tanto a los débiles como a los fuertes. Un día “normal” a estas horas ya estoy durmiendo y lo hago por agotamiento porque no puedo conmigo misma, me derrumbo; parece como si la lucha llevada a cabo durante todo el día reclamase un sosiego, pero yo no me puedo permitir ese lujo; sé que un cuerpo humano necesita descanso para reincorporarse a la vida activa diaria; aunque no quiero que nadie me hable de eso después de experimentar las penurias pasadas en el campo, no, no quiero ni que se me mencione lo que da de sí un cuerpo humano en circunstancias límites como las de allí. Cambio de tema. ¿Cómo voy a descansar pensando en mis ángeles y cómo voy a alimentarlos al día siguiente? ¿De dónde voy a sacar energías para darles la mano y tirar de ellos en esta marcha sin rumbo en busca de unos padres y de un hogar, que ya ni rastro queda de lo que constituía una familia? Sé que podemos ir a otros campos, pero de ningún modo; he huido de las  marchas de la muerte y ahora llevo mi propia marcha y además, mis ángeles ya han visto demasiada muerte; tampoco quiero insistir en descripciones, si bien a veces soy consciente de la necesidad de rememorar los sufrimientos y calamidades; creo que eso me ayuda, me impulsa a un estado de superación, a no desmoronarme porque si así fuera, sería como retroceder y perder lo poco alcanzado; mis ángeles son quienes tiran de mí y yo también de ellos; su empuje es moral, en lo físico poco pueden hacer; están consumidos por el hambre y las enfermedades y si le añadimos una infancia herida, la única exigencia que se les puede pedir es que se mantengan de pie y que miren siempre al frente para que el futuro los conquiste con sus guiños; por mi parte y dadas las limitaciones e impedimentos que por todas partes surgen encontrarán en mí esa ayuda moral y física; yo nunca los abandono, ellos sí me abandonan. Me encanta ver dormidos a mis ángeles; es la única vez que uso el verbo “encantar” en mi vida actual, antes lo empleaba con mucha asiduidad porque antes, mi existencia era un encantamiento; ahora sólo está destinado a describir este momento y nada más. A lo que iba, me encanta ver dormidos a mis ángeles, según la luz o la oscuridad sus cuerpos envueltos en mantas adquieren unos volúmenes muy parecidos a capullos; todo aquello que yo explicaba en clase de ciencias sobre la evolución del gusano de seda que más tarde se transformaría en crisálida…recuerdo cómo escuchaban atónitos mi explicación y me contemplaban como si fuera una maga; esos detalles afianzaron mucho la seguridad en mí misma en aquellos años primerizos como enseñante; pues bien, ahora en esos capullos se gesta el futuro, ¿un futuro incierto? Pues claro, porque el presente que lo sustenta carece de base firme, sus raíces están arraigadas a la aniquilación del ser humano; pues no, mis ángeles van a seguir adelante sea como sea con futuro cierto o incierto. ¿Qué podría decir de mi relación con ellos? Es difícil dar una respuesta porque a veces me parece que todo fluye con facilidad, otras el problema del idioma se interpone y el entendimiento no es lo mejor que me esperaba; mis ángeles son de múltiples procedencias, deambulan solos por caminos o se entremezclan en las marchas de la muerte, siempre rodeados de cadáveres vivientes, o se encuentran sentados en una cuneta al borde de la extenuación…En una palabra, no hay que buscar mucho para que en cualquier o de cualquier parte surja uno. Intento apartarlos de las rutas normales en donde procesiones de despojos humanos se esfuerzan por caminar; nos miramos lanzándonos la poca esencia de piedad que queda en nuestros espíritus; pero instantáneamente miro al frente y cuento a mis ángeles, no quiero que se me descarrilen; una fuerza impulsa a mis brazos a entreabrirse como señal de protección, nadie debe tocarlos. ¿Cómo es un día normal en nuestras vidas? Subsistir, esa es la palabra, apaciguar el hambre con lo primero comestible que esté al alcance de nuestras manos; muchas veces somos como aves de rapiña: agarramos lo que cogemos y lo devoramos con tal de llenar ese vacío que reina en el estómago; es entonces cuando el alma se me cae al suelo al verlos tan indefensos, tan desamparados, tan desangelados, ¡mis ángeles tan desangelados! Y me digo: esto no puede ser y lo es. Trato de conducirlos por senderos, atajos que de alguna manera nos lleven a casas aisladas o granjas, allí siempre encontramos un alma caritativa que nos da algo; cuando caminamos no solemos hacerlo muy juntos, necesitamos cierta distancia; la guerra nos ha agobiado, nos ha replegado hacia nosotros mismos y de golpe demandamos espacio, movernos sin sentir el acecho de una agresión cercana, pero ante lo desconocido la dispersión se contrae y me veo rodeada de todos ellos, junto a mí y eso me envalentona, en esos momentos sería capaz de llamar a las mismísimas puertas del infierno por pedir un trozo de pan; peto a la puerta de la primera granja que surge en mi camino, la abren, me miran, nos miran, momento de reflexión, conclusión: miseria dentro, miseria fuera, portazo que te crió; y así un montón de veces, pero el hambre hace que no se consuma la paciencia y yo sigo insistiendo; siempre, siempre, siempre…Hay algún alma caritativa que siente piedad por nosotros; indudablemente nunca se nos abre la puerta de par en par para acogernos; los tiempos no están como para dar la bienvenida al primero que aparece; ya estamos acostumbrados a dormir en cualquier parte, bien al cubierto o al raso; como estamos tan agotados, donde nos posamos, allí nos quedamos. ¡Qué bien duermen mis ángeles! ¡Da gusto verlos dormir! ¡Qué pena que no tengan unas camas en donde dormir! Hasta me atrevería a decir ¡Qué pena que no tengan unas cunas!. ¿Cómo empezó todo? No lo sé, como no sé tantas cosas o no quiero saberlo; no sé sus nombres ni sus procedencias, ignoro la lengua en la que me hablan, cada uno emplea la suya cuando la emplea, ya que hemos llegado al convencimiento de que los gestos son nuestro mejor medio de comunicación; éstos se han agilizado, han alcanzado un alto grado de matices, hasta tal punto de perfección que la sutileza se muestra en cada uno de ellos; hay que decir que la lengua propia instintivamente puede acompañar a estos gestos, salen como gruñidos de sus gargantas, sonidos guturales desconocidos para mí que con su debilidad parecen agónicos; no les presto  atención; la guerra ha restado importancia a una serie de preocupaciones que en tiempos de paz bien podían haber adquirido cierta relevancia, pero ahora todo se reduce a lo esencial, a lo indispensable, a la supervivencia. ¿Cómo empezó todo? Fue cuando la guerra estaba en sus últimos estertores; de los campos comenzaron a salir números, personas no, bocetos de los que en algún tiempo fueron seres humanos; y nos pusimos a caminar: unos hacia otros campos, otros logramos apartarnos y crear nuestra propia marcha; fue entonces cuando mis ángeles paulatinamente aparecieron; desde un principio siempre fuimos un grupo muy heterogéneo y en número variable, a veces somos doce, quince, veinte…fijos yo y siete “anxeliños”, digo “anxeliños” por la familiaridad, la confianza; uso este diminutivo porque tal vez exista una emotividad latente debido a la convivencia y a las penurias compartidas desde hace algún tiempo; el cariño debería aflorar en épocas de tanta escasez emocional; sin embargo,  el hambre, la sed, el debilitamiento físico se enfrentan con los sentimientos más básicos y el instinto más primario: el de subsistencia= el de la caverna es el que se impone. Como decía, el grupo fijo somos ocho, el resto fluctúa; yo no los puedo retener, van y vienen, son ángeles y tienen alas, emprenden el vuelo, desconozco su destino, al cabo de dos o tres días aparecen de nuevo y hay algunos a los que ya no vuelvo a ver más; así son las secuelas de la guerra, una descomposición en el sentido más amplio de la palabra; de los desaparecidos me gustaría saber qué ha sido de ellos, ante la imposibilidad me digo que la vida se los ha tragado; miro a los que conmigo permanecen y el vacío de los otros éstos me lo llenan. ¿Ellos mis ángeles y yo su ángel protector? ¿Quién protege a quién? No tenemos un horario fijo de comidas ¡ojalá! Cuando a nuestras manos llega algún alimento o pronto lo ingerimos o si a eso también se suma la fatiga, entonces nos sentamos en cualquier parte, formamos un círculo y a comer desde un mendrugo de pan hasta la fruta u hortalizas que robamos en los huertos en nuestra marcha sin fin. Mi postre es contemplarlos, es en ese  momento cuando me doy cuenta de la situación en la que estamos, de la gravedad y de la inutilidad que nos rodean; la inocencia no debería pagar tan caro el desatino de los adultos; las enfermedades inesperadas que pudieran surgir son otra de mis preocupaciones. Eso me quita el sueño también, como si no fueran bastantes las calamidades que hay que superar como para soportar unos temores que, aunque intente desechar, aparecen de la noche a la mañana. De repente todo cambia, me agarro a mi abrigo, me levanto enérgica y me vuelvo a sentar. De esta manera ahuyento los presagios que me asedian, sacudo esa negatividad que se apodera de mí y me pongo a jugar con ellos; a veces recibo una respuesta positiva, cosa que me alegra ya que reaviva mi creatividad; debido a la escasez de medios y dependiendo del lugar donde nos encontremos recurro a juegos tan sencillos como a hacer figuras de animales con piedrecitas o a hacer trazos con una rama si el suelo es de tierra; la verborrea no se hace esperar y un chorro de vocablos en diferentes lenguas salpica nuestras mentes adormecidas y me supongo que han adivinado el animal; me da lo mismo, el caso es que los veo vivos, que todavía algo bulle en su interior, que hay una latencia de algo infantil que la guerra funesta no ha mellado; eso me anima porque veo rostros que han adquirido expresividad a causa de motivar la curiosidad, gesticulan, se inquietan…en una palabra, ese alboroto me despierta de mi letargo y me obliga a hacer una valoración de mi trabajo llegando a la conclusión de que no me he equivocado de vocación: allí donde esté sigo siendo una maestra; y sin embargo, hay otras veces en las que el ánimo no goza de buena salud y están apagados, es como si el mundo se hubiese caído, entonces sobre esa desolación se extiende un silencio, un mutismo que constriñe nuestras escasas energías y nos apagamos, solamente nuestra proximidad mantiene la llama viva de familia ficticia. El presente me absorbe por completo y son las pequeñas necesidades las que hay que cubrir porque la supervivencia es lo primero. Me parece un milagro que haya tanta calma y silencio, la noche estrellada y el fresco invitan a la calma; es posible que ahora se haga realidad aquello de que después de la tempestad viene la calma o después de la guerra viene la paz o después de la escasez viene la abundancia… Ojalá así fuera; he sido tan vapuleada que mi confianza está por los suelos; ante lo positivo siempre me creo que hay algo oculto que me aportará consecuencias nefastas…Mis ángeles están dormidos, a estas horas duermen profundamente; son como unos ríos que portan agua fresca y bañan una tierra que la guerra ha pisoteado e impedido su fertilidad; no siguen un cauce, gozan de la libertad de abrirse camino por donde pasan, aunque sea a base de dificultades, aparecen y desaparecen, van y vienen, se quedan, es tal el ímpetu que poseen que no se puede retener. La guerra ha borrado el concepto de posesión de la mente humana porque ella se ha convertido en el mismísimo egoísmo, no solamente arrebatándonos nuestras pertenencias sino incluso nuestras vidas. Varias veces he intentado darles nombres a esos ríos, pero mis ángeles fluyen con tanta rapidez que he cesado en el intento; había escogido los más caudalosos y los más largos del mundo porque sí, tenían que ser lo más de lo más, pero era tal su vorágine que cedo a otros la elección de nombres, además, con los tiempos que corren la identificación poco vale, al fin y al cabo somos cantos rodados. Estos momentos de sosiego me vienen de perlas; miro siempre de frente, nunca ni para la derecha ni para la izquierda; quizá eso signifique que enfoco solamente el presente, la realidad, y sin embargo, por más que intento apartar de mí ese pasado reciente también soy mujer de pasado, de un pasado remoto, éste es el que quiero recordar, pero no con añoranza sino con la realidad actual, aunque se interponga ese reciente pasado: mis padres, mis familiares, y muchos de mis amigos, gran parte de mi mundo, los campos me los han arrebatado, se han esfumado en ellos, esfumado, esfumado, esfumado, inhumado, inhumado, inhumado, exhumado, exhumado, exhumado, es-in-ex, es-in-ex, es-in-ex, esinex, fumado, ahumado, ahumado, ahumado, humado, humado, humado, humo, humo, humo…inhumano; para todos ellos esta bajada de párpados, esta inclinación de cabeza con la intención de no dejar escapar su imagen de mi mente y con todo mi respeto y cariño; ya me he quedado sin palabras… Cuando salí del campo mis condiciones tanto físicas como mentales eran deplorables, casi no me mantenía de pie, era un esqueleto andante; ahora no es que esté mucho mejor, pero algo de peso he recuperado y estoy un poco más lustrosa; la libertad, aunque que sea con penurias, sigue siendo la libertad y eso siempre ayuda a la mente y al cuerpo; mis primeros pasos fuera de aquel recinto fueron torpes, más bien diría indecisos, no sabía a dónde dirigirme, mis compañeros de cautiverio, sin querer, me iban empujando, alejándome del infierno; mi cuerpo temblaba porque no llevaba ropa de abrigo, eran unos harapos que simulaban una prenda femenina y por calzado unos zapatos tan deformados que mis dedos sobresalían por todas partes; de repente un desconocido me dio una manta, una caridad que agradecí enormemente, pues si no llego a envolverme en ella dudo de que sobreviviera y seguí caminando y caminando hasta darme cuenta de que ya no pertenecía a aquel rebaño que había abandonado el campo; estaba prácticamente sola, sí había almas en pena que continuaban su marcha, pero de mi grupo inicial quedaba yo; recuerdo que había caminado un largo trecho, o eso me parece a mí ahora, cuando el agotamiento me obligó a hacer un alto en el camino, me dirigí hacia el borde de la carretera y allí me senté; había caminado como hipnotizada, tambaleándome, en busca de equilibrio y destino; cerré los ojos y cubrí mi rostro con la palma de mis manos; sé que estuve en esa posición durante un buen rato tratando de invocar no la presencia de espíritus sino cierta cordura y concentración ante mi auténtica realidad, no aquélla que me había oprimido durante mi etapa de cautiverio; mi realidad natural era otra y aparté las manos y abrí los ojos en señal de asentimiento ante mi nueva situación; en un primer momento vi caminantes como yo, ocasionales, arrastrando los pies, atraídos por la luz cegadora de una meta adonde la carretera los guiaba; después desvié la mirada hacia un lado y sorprendida vi cerca de mí a un soldado muerto que yacía boca abajo; no era la muerte lo que me sorprendía, ya estaba tan familiarizada con ella que más de lo mismo me había dejado inmune; creo que fue la codicia repentina lo que se había despertado en mí por aquel abrigo y botas que llevaba el soldado; no lo pensé más, me abalancé sobre él y le robé ambas prendas; estaban tan nuevas, son las que llevo puestas: el abrigo me queda grande, diría que muy grande, pero me abriga y me protege: es mi coraza; las botas más de lo mismo, las tuve que rellenar porque los pies me bailaban dentro, si no llega a ser por ellas estas caminatas serían imposibles; fue el instinto de supervivencia el que triunfó sobre la muerte; en condiciones normales yo jamás haría algo semejante, pero el soldado sin vida me ofrecía la oportunidad de conservar la mía y no lo pensé dos veces, aquí estoy portando su ropa; desde entonces creo que he adquirido la valentía de luchar, de buscarme la vida, de abrirme paso sea como sea. La jornada de hoy no ha resultado ser tan buena como se esperaba: hemos marchado por terrenos pedregosos, el tiempo tampoco ha ayudado y la alimentación ha sido mínima por no decir nula. Mis ángeles carecen de todo y la carencia es de lo más elemental: unas comidas sanas, una higiene apropiada, ropa de abrigo para mantener sus cuerpos protegidos contra el mal tiempo y sobre todo cariño, protección y esos cuidados que solamente una familia concede a los suyos; yo lo intento, pero mi contribución está en mínimos; la época que nos ha tocado vivir está a la deriva, así andamos todos dando tumbos, sin rumbo; para poder superar ciertas situaciones inesperadas en la vida uno debería poseer una preparación, pero la guerra surgió con tanta virulencia que pilló al individuo con las manos vacías, entregado de lleno a su destino. ¿Qué es la posguerra? Más guerra, pero ésta se lleva en silencio, la mente sigue llena de malas experiencias que si bien ya no se padecen físicamente uno se despierta de las pesadillas con sacudidas, con agitaciones, con sudores que únicamente la consciencia de una realidad amaina. Yo tengo pesadillas y mis ángeles también. Como adulta quizá sepa canalizarlas mejor al regresar a esa realidad, mis ángeles sé que no; en sus rostros se lee que el ensueño y la existencia real no encajan, se mezclan, sus mentes infantiles carecen aún de esa madurez para diferenciar lo uno de lo otro; llegada a esta reflexión, me pregunto si las víctimas hemos llegado a asumir ambos conceptos y existe un padecimiento constante tanto si estamos despiertas como dormidas, en una palabra: pesadilla y realidad se funden en un único vocablo: padecimiento. ¿Qué ha sido de los bichos? Siempre los ha habido y los habrá, da lo mismo que lleven o no lleven uniforme, aunque en esa guerra que me ha tocado vivir, han sido una auténtica plaga; fumigación es la solución. Debo alejarme de la ira, me contamina a mí también y hace que se nublen mis buenos sentimientos. El hablar conmigo a solas me ha relajado, también me ha fatigado y me empieza a rondar el sueño; no tengo oportunidad de hablar con gente, me refiero con gente adulta, con mis ángeles chapurreo idiomas que nos sirven para solventar necesidades de primer orden, gesticulamos, es decir, salimos del paso dignamente; expresar, lo que se dice con quién expresar mis sentimientos no tengo a nadie; no sé lo que me pasa durante estas horas de la noche, advierto que mi sensibilidad se agudiza, si por el día puedo convertirme en una fiera luchadora, es ahora cuando noto una flaqueza de esa vitalidad y hace que mis sentimientos afloren a la superficie con más ternura, con más humanidad;  a veces me asusta esta dicotomía porque me creía más integra: o perteneces al grupo de los fuertes o al de los débiles; creo que siempre pertenecí al bando de éstos últimos, cosa que nunca he lamentado, pero la guerra no me ha dejado otra elección y he aprendido a poner cara de ogro y a mostrar las garras cuando ha sido necesario. Me encantan estos momentos porque en ellos encuentro una comunión entre los seres y su realidad; hay un silencio y hasta me atrevería a decir una paz, aunque con los tiempos que corren la paz aún no está muy afianzada, en ellos se crea un espacio ambiental único en donde conviven ese silencio extremo con el del propio espíritu proporcionando un equilibrio a las emociones y surge la magia y yo me convierto en maga y me encanta y todo lo que me rodea “m’encanta”, es tiempo para el encantamiento…m’ancanta, m’ancanta, m’ancanta, m’ancanta, m’ancanta, mancanta, mancanta, mancanta, man-canta, man-canta, man-canta y ¿quién canta? Man. Yo canto. Yo les canto, pero no saben nada, mis ángeles están tan profundamente dormidos que no se enteran de nada; yo me convierto en su ángel custodio, en una maga o en el hombrecillo de arena o hasta me puedo multiplicar en catorce ángeles, por cantidad que no sea, para protegerlos y orientarlos en sus rutas hacia el futuro. Hoy los tengo conmigo, que ya debe ser hoy, no lo sé; como tampoco sé qué va a ser de mí, confío en las sorpresas; todos emprenderemos vuelos hasta destinos desconocidos, somos hijos de la guerra, ésta nos ha transmitido su inestabilidad por lo tanto somos seres inestables en busca de un punto de equilibrio. Mis “anxeliños” necesitan de otros ángeles para que los protejan, son tan frágiles. Nunca me quedo dormida si no los contemplo en sus sueños y es entonces cuando me transformo, dejo de ser la mujer a quien identificaban con un número a ser el hombrecillo de arena, la dignidad de la magia y de los sueños confieren a mi persona la representación humana de las ilusiones y puedo ser la esperanza que subyace en cualquier corazón; con la amplitud de mi abrigo doy albergue a ángeles perdidos, con mis botas de  mil leguas los transporto en las distancias y sobre sus rostros dormidos esparzo una arena muy fina, la del reloj del tiempo. Debo levantarme, también debo dormir un poco, mañana se avecina otra jornada agotadora, pero antes pasaré revisión a mis “anxeliños” y los cubriré con un manto mágico, finalmente les cantaré en voz muy bajita:(64) Sandman's aria, Abendsegen - YouTube

Der kleine Sandmann bin ich, st!

und gar nichts arges sinn’ ich, st!

euch Kleinen lieb’ ich innig, st!

bin euch gesinnt gar minnig, st!

Aus diesem Sack zwei körnelein

euch Müden in die Äugenlein:

die fallen dann von selber zu,

damit ihr schlaft in sanfter Ruh’;

und seid ihr brav und fein geschlafen ein:

dann wachen auf die Sterne,

aus hoher Himmelsferne;

gar holde Träume bringen euch die Engelein!

Drum träume, träume, Kindchen, täume,

gar holde Täume bringen euch die Engelein!.

 

 

 

Abends will ich schlafen gehn,

vierzehn Engel um mich stehn:

zwei zu meinen Häupten,

zwei zu meinen Füssen,

zwei zu meiner Rechten,

zwei zu meiner Linken,

zweie, die mich decken,

zweie, die  mich wecken,…

…zweie, die mich weisen

zu Himmels Paradeisen!.

                                              Hänsel und Gretel

                                              E. Humperdinck

 

Soy el hombrecillo de arena, ¡sss!

lleno únicamente de buenas intenciones,¡sss!

os quiero niños fervientemente,¡sss!

y sólo deseo vuestro bien,¡sss!

esparzo dos granos mágicos de este saco

sobre vuestros ojos cansados,

que se cerrarán por sí solos

para que durmáis un sueño apacible;

y tan pronto como estéis profundamente dormidos,

las estrellas se despertarán

en la lejana bóveda celeste,

¡ y los ángeles os traerán dulces sueños!

Así que soñad, soñad, niños, soñad,

¡ los ángeles os traerán dulces dueños!.

Por la noche, antes de dormirme,

catorce ángeles me rodean:

dos a mi cabecera,

dos a mis pies,

dos a mi derecha,

dos a mi izquierda,

dos que me tapan,

dos que me despiertan,

…¡ dos que me guían al paraíso celestial!.